DIMENSION NÍÑICA
DEL REINO DE DIOS
Pero cuando estuvo junto a aquel
infante,
en cuyas pupilas miró a Dios arder,
se quedó pasmada, pálido el semblante,
porque no tenía nada que ofrecer.
Rubén Darío, La Rosa Niña
Msc. Miguel España
Introducción
·
La experiencia fuente de realidades y
sentidos…
Permítanme
iniciar estas líneas con un testimonio personal que espero pueda brindar los
lentes apropiados para la lectura de estas reflexiones que al parecer podrían
parecer un tanto especulativas.
Por varios
años he colaborado con el Ministerio de la familia como hogar solidario. Los
hogares solidarios son personas que sirven de abrigo a niños/as que son
“rescatados” de situaciones de maltrato
y violencia. Estos niños y niñas necesitan un abrigo afectivo, cuidados
materiales y de salud mientras el Ministerio de la Familia resuelve la
situación Psico -jurídico del niño en situación de violencia.
Han sido
alrededor de cinco anos y treinta niños y niñas que he tenido en mi hogar.
Estos niños y niñas han sido grandes maestros en mi vida ya que me han ensenado
sensibilidad y desapego. La principal lección que aprendí es entregarme a
ellos/as sin esperar nada a cambio, ¿Qué pueden dar estos niños y niñas a
cambio de amor sino amor? La dimensión de este poder transformador del amor
solo lo he experimentado de la mano de estos niños y niñas.
Pero no es
nada fácil abrir el corazón cuando la misma sociedad te dice cosas como: “si no
son hijos tuyos”, “cuando tengas tus hijos vas estar aburrido”, “van a hacerle
daño a los niños de tu casa porque ellos
ya vienen dañados”, e. o.
Mas estos
prejuicios dañinos y faltos de sensibilidad solo reflejan una ceguera social y
moral. La estima de grupo y los lazos consanguíneos son poderosos pero no debe
llevarnos a sobrevalorarlos en detrimento de otros lazos igualmente poderosos
como los que se construyen en base a la dedicación, el cuidado y la
afectividad. Es pasar de una sociedad que se cohesiona por lo meramente
biológico-hereditario a una que integrando esto se eleva a una simpatía
universal.
Ciertamente
estos pequeños grandes maestros y maestras se han revelado ante mí como
portadores de la Esperanza de este mundo, en ellos/ellas Cristo se encarna
repitiéndose lo dicho por Darío en su Poema “…aquel infante, en cuyas pupilas miró a Dios arder”; el
universo retrotrae ontogénica y filogenéticamente toda la historia del
universo. Cada niño y niña al nacer trae consigo la oportunidad de un nuevo
amanecer, de un nuevo mundo, de una nueva aurora: Dios viene a la humanidad en
cada nacimiento. ¿Qué haremos? Si todos y todas aportamos gestos de amor,
cuidado y generosidad a la vida podremos contemplar con asombro la dimensión
níñica de la vida en el horizonte del Reino de Dios que esta “entre
nosotros/as”.
·
Paraíso Perdido
Zipote,
chavalo, jocoteado, niño, chigüín,… diferentes formas de llamar a los y las
niñas en Nicaragua. ¿Qué nombramos con estos apelativos? Ciertamente algunas de
estas designaciones tienen un tinte un tanto despectivo en Nicaragua, pero en
general tratamos de nombrar a personas de corta edad, pero también nos
referimos a un sentimiento, a una representación socio-cultural y además a un
ámbito de la realidad humana que tiene su sustento en la llamada a todas las
cosas a entrar en la vida de Dios.
Tal vez
sintamos un poco de nostalgia al ver a los niños en la “edad de felicidad pura
y de puros juegos” de la que pensamos ya no formamos parte. Es nuestro “paraíso
perdido”. Ahora vivimos la edad de la
seriedad, de las responsabilidades, nada de juegos ni de niñerías. Pero ¿qué
nombramos con esta edad: resignación ante la muerte de la alegría, la
espontaneidad…? Tal vez por eso es que en nuestras sociedades vivimos una
ambivalencia en lo que respecto al sentido psico-social de la niñez: por un
lado anhelamos ser “como niños” cuando la pesadez de la vida nos embarga; por
otro lado menospreciamos con nuestra autosuficiencia adulta esa dimensión y etapa
de la vida.
Si la modernidad consistió, según sus más
eminente exponentes, en la entrada de la edad adulta de las sociedades
occidentales, entonces ¿significará que la posmodernidad es una vuelta a la
niñez, o sea al ámbito de lo lúdico, creatividad, intuitividad,
imprevisibilidad?, visto teológicamente ¿a través de este cambio de paradigma
estamos experimentado un dimensión del Reino de Dios, expresado en nuestra
creciente consciencia y preocupación ecológica, feminista, de la niñez, de la
espiritualidad…?
A.
La recuperación de la dimensión utópica
En la
historia del pensamiento occidental se ha exorcizado el mundo de la imaginación
y del símbolo,
que es la dimensión del niño. La razón ilustrada es la razón del mundo adulto
con toda su seriedad y gravidez (laude
sapere), que fue a parar en lo que hoy conocemos como razón instrumental
que ha dado a luz a la sociedad del reino de la necesidad.
Es la sociedad del hombre unidimensionalaltamente
planificada y controlada donde al ser humano se le han robado los sueños, las
utopías y la libertad.
La
recuperación del reino de la libertad es la propuesta teórica de H. Marcuse
frente a la sociedad técnico-racional industrializada. El dialogo que J.
Moltmann entabla con la Escuela de Frankfurt,
especialmente con Marcuse y con E. Bloch alrededor de la categoría “Reino
de la Libertad” confrontado con el “Reino de la Necesidad” es de sumo fértil y
creativo desde el enfoque de la teología de la Esperanza de Moltmann, ya que
éste asume la propuesta utópica del Reino de la Libertad donde el hombre
Total vive en el ámbito de desenvolvimiento del Reino de Dios y su proyecto Humanizante.
Aunque con humildad reconoce que el hombre total no es posible sino en la
realización total del Reino de Dios y su justicia.
De las
reflexiones anteriores podemos radicalizar la perspectiva diciendo que el Reino
de la Libertad es el reino de Dios como un niño/a. Es lo que podemos llamar escatológicamente
la paidotopia, esta es la recuperación
del Reino del Niño/a, o sea, de ese ámbito de existencia plena, grata,
graciosa…. del hombre y la mujer. ¿Qué es más radical a la libertad humana que
la libertad del niño/a que juega? La Paidotopía como realización del Reino de
Dios en libertad, amor, juego y justicia sería el lugar desde donde hacer
humanidad y además el horizonte al cual apuntar.
En la Biblia
el Reino de Dios es el ámbito de los más pequeños,
de los niños/as, más débiles y menospreciados. No solo los niños de corta edad,
sino de aquellos y aquellas en desamparo y exclusión que solo tienen como
esperanza vivir en dependencia de su ABBA. Los pequeños y pequeñas del reino de
Dios son los que por su nuevo nacimiento pueden llamar a su Dios Abba, así como
el niños/a en su primera edad llama Papa/Mama a ese ser que todo lo es para el
infante, depende totalmente de ese ser y fuera de él no es posible nada. La imagen del niño/a
amamantándose es el resumen de esa dependencia total que nosotros llamamos fe.
Esta fe es el
amor que nos libera y nos hace entrar en el Reino de la Total
Relacionalidad/Juego con nuestro Abba, como nos dice Moltmann: “Sólo los que
carecen de culpa, a saber, los niños y los que por el amor se han liberado de
la culpa, pueden jugar. El culpable se ha destruido a sí mismo y, por haber
perdido su espontaneidad, no sabe jugar bien, no sabe perder y ganar
deportivamente. Está en sí mismo dividido y vacila entre la auto-afirmación y
el auto-odio. El culpable emplea el chantaje consigo mismo, valiéndose de una
imagen que él no es; de ahí que él puede ser también objeto de chantaje. Más la
fe es una nueva espontaneidad y un suave sentido”. La
adultez como un modo de ser humano es culpabilidad, desconexión y dolor. Una
sociedad fundada en la culpabilidad por siglos de muerte, guerras de hermanos
contra hermanos solo puede producir seres desgarrados. Solo reconvirtiendo
nuestras instituciones sociales y culturales desde el horizonte del Reino de
Dios como un niño/a que juega es que podremos lograr que las fuerzas oscuras de
la culpabilidad de Caín no nos sigan destruyendo como humanidad. Los niños y niñas comportan y son reflejo de
esa dimensionalidad de Total Relacionalidad y juego que es el Reino de Dios.
De esa manera
existe una vinculación entre el reino de Dios como reino de la libertad, juego
y alegría con la figura del niño/a. Siendo más fuertes en nuestra tesis
diríamos que la dimensión del ser-niño/a
equivale a la Total Relacionalidad del
Reino de Dios como juego que libera.
B.
Creación como creatividad
“Dios
no juega a los dados”
Albert
Einstein
Parafraseando
a Galileo:
“y sin embargo juega”. Esa es la conclusión de la física cuántica ante el
principio de Incertidumbre
de Heisenberg. El mundo antes de la cuántica se comprendía como una maquina
predecible, según las leyes Newtonianas. El azar, la espontaneidad, el caos y
de discontinuidad no podían formar parte de la realidad, que todo lo quiere
definir y predecir según leyes y principio naturales. El principio de no
localidad,
de entrelazamiento cuántico,
entre otros, nos hablan de la posibilidad de que la realidad sea más creativa,
indeterminada, abierta, espontánea y multidimensional.
No es posible
desarrollar en este escrito los diferentes principio de la filosofía cuántica,
pero lo que si podemos decir es que las consecuencias de la física cuántica
teórica para una visión de la realidad más compleja, no lineal y juguetona es
de sumo interesante.
Estas breves
consideraciones sobre la Física cuántica nos interesan debido a que la realidad
es más bella y sus posibilidades solo pueden ser alcanzadas por la creatividad
humana.
Esto nos lleva a reflexionar sobre dos cosas:
·
la realidad es sumamente creativa, en sentido
antropomórfico es juguetona como un niño/a y,
·
por otro lado que en las personas como en
toda la realidad existe la posibilidad de lo novedoso, la alegría y la
libertad: del novum. Este novum funda en la realidad la
posibilidad del Reino de Dios como la dimensionalidad del niño/a, o sea, de la
dimensión de la Total Relacionalidad creativa.
1.
Realidad y creatividad creadora.
Sobre la
primera idea ya en el siglo v a.d.c un filósofo de la talla de Heráclito dijo
una frase muy enigmática:
“El curso del mundo es un niño que juega, que coloca aquí y allá
las piezas de su rompecabezas; es el reino del niño» (Fragmento 52)
Esta frase
forma parte de la visión que Heráclito tenía del mundo donde el niño puede
representar el principio de todo: el fuego que es creatividad, caos,
regeneración, espontaneidad. La metáfora entre el fuego/dios y el niño no es de
gratis en Heráclito sino que establece la comprensión de toda su filosofía:
Dios, que hace posible la generación y regeneración de todo es un
niño, pues la cualidad del niño en su jugar es la impredecibilidad, la
espontaneidad, la creatividad y la alegría. ¿Será que la dimensión de la niñez
sea una dimensionalidad de la realidad?,
o ¿el llamado desde el fondo del ser a toda la creación es a la
recreación?, ¿el fondo de esa realidad por ser creativa, recreativa, juguetona,
impredecible de manera plenificante le podríamos llamar dimensión níñica del Reino de Dios?, ¿está
llamada desde su corazón mismo la creación a la renovación escatológica?, ¿el
llamado de ser como niños/as es parte de esa “conversión” a la que toda la
creación esta llamada?
Podemos decir
que la realidad no es algo mecánico, estático y predecible sino algo fantástico
y sorprendente que nos llama al asombro.
Ésta última, la más clara característica de los y las niñas/os.
En base a las
anteriores consideraciones, por cierto solo indicativas, quisiera hacer una
proposición: El modo de ser del niño es
el ser de un modo.
Ø El ser multimodal.
El ser asume
muchas modalidades para acontecer y aparecer entre nosotros, por ejemplo, en
objetos sagrados, en experiencias límites;
puede ser representada por un modelo histórico-cultural: occidente es la
manifestación del ser en cuanto revela el proceso de construcción del modo de
ser occidental. Este modo de ser occidental se ha caracterizado,
principalmente, por ser:
·
Patriarcal
·
Racionalista
·
Lógico-matemático
·
Adultistas
La civilización
actual se funda sobre estos valores en lo económico, político, cultural y
religioso y ha socializado e instaurado una cierta culpa originaria expresada
en el mito de la muerte de Abel a manos de Caín.
Esto no quiere decir que frente a lo patriarcal, por ejemplo, no se haya
encontrado lo femenino, o ante el lado
lógico-racionalista no se haya encontrado el pensamiento creativo y recreativo;
no, sino que estas paralelas en la historia de la conformación del MODO DE SER
OCCIDENTAL han sido relegadas y hasta negadas por las fuerzas heterónomas de la
historia. Estas paralelas han conformado el río profundo de Occidente, desde
donde nos viene la esperanza en forma de un niño/a.
La tradición
cristiana conoce muy bien de esta esperanza cuando celebramos, por ejemplo, la
Navidad, y cuando presentamos una niña/o a la comunidad de creyente. Nace una
alegría, se siente crecer la esperanza,
la bondad, fraternidad y
sororidad viene a las personas tocadas por estos acontecimientos. Pero ¿cuál
sería la fuente de semejante experiencia reveladora y renovadora que nos
introduce en la dimensionalidad de la niñez?
C. Algunos Testimonios bíblicos
En la
tradición bíblica de Proverbios 8,30 aparece un texto sorprendente sobre la
realidad en relación con la imagen de una niña.
i.
En Prov. 8,30 la sabiduría es presentada como
“אמון”
(amon= artesano), pero puede
referirse mejor a “amun” (Heb.) que
se ajustaría mejor al contexto: la sabiduría es “hija de Dios”, juega en
su presencia y es objeto de su complacencia”
Esta sabiduría-niña-juguetona no es una criatura sino una entidad divina,
intrínseca a Dios”
Esta comprensión de la Sabiduría de Dios como una niña que Juega,
pero que no es otra cosa sino intrínseca a Dios, por lo tanto divina, puede
fundar la sospecha de que esa misma dimensión
níñica en Dios es a su vez lo que fundamenta la dimensión mesiánica de la
niñez del Reino de Dios.
ii.
El anuncio del profeta
Isaías “Nos ha nacido un niño” es el anuncio de la inauguración de un reino
mesiánico que traerá paz y esperanzas al pueblo judío en tiempos de zozobras,
para Moltmann “el niño se convierte en símbolo del futuro de la vida frente
a las potencias originales y al sufrimiento bajo el poder de las actuales, y
contra la muerte violenta[18]”. Frente a la esperanza judaica mesiánica política de un mesías adulto y
poderoso la tradición cristiana celebra la inauguración de la era mesiánica en
un niño.
iii.
Pero también en el Nuevo
Testamento en Mc. 9.37: El que reciba en
mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me
recibe a mí sino al que me envió. “Al igual que el Dios de su mesiánica misión
mora en él, también Cristo está presente
en cada niño/a. De donde se infiere que quien acoge a un niño/a, acoge a Dios[19]”
Pero el recibir a un niño/a solo es posible convirtiéndonos en un
niño/a (Mt. 18.1-3) para poder entrar en la lógica del reino de Dios que es Total Relacionalidad.
iv.
El niño se presenta como
modelo del hombre perfecto en las palabras de Jesús (Mt.18.3)… pero en la
teología paulina la infancia no tiene un sentido positivo (1Corintios 13.11),
no expresa al hombre perfecto, maduro, igual que antes en Filón.
v.
En Apocalipsis 12: el niño representa el
nacimiento de lo totalmente nuevo
(novum), pero las fuerzas destructoras quieren destruirlo. Estas fuerzas
destructoras son las que se han conformado en Occidente como el patriarcado,
adultismo, e.o.
D. En la tradición patrística
i.
En la patrística el niño
representa la primera época de la historia de la humanidad, porque era el
comienzo de todo la historia de salvación, por eso además se vinculaba con el
hombre perfecto. Por otro lado en Clemente de Alejandría el final de la vida
terrena de la humanidad se asemeja a la infancia, es decir, la época de la
iglesia, porque los cristianos se revisten del hombre nuevo y viven en la
primavera de la vida eterna. En
la Iconografía paleocristiana los tres niños en el horno (Dan.3) les parecía a
los files de los primeros siglos un paradigma de la salvación.
ii.
En San Agustín la
referencia a un niño como medio de revelación es sorprendente. En sus
confesiones aparece un niño o niña, que decía cantando y repetía muchas
veces: “Toma y lee, toma y lee” ante su experiencia de culpabilidad frente a un
Dios (Adulto) “irritado”; y en su tratado sobre la Trinidad nos cuenta sobre
una experiencia donde otro niño o niña había hecho un hoyo en la arena y con
una concha llenaba el agujero con agua de mar. El niño corría hasta la orilla,
llenaba la concha con agua de mar y depositaba el agua en el hoyo que había
hecho en la arena. Viendo esto, San Agustín se detuvo y preguntó al niño por
qué lo hacía, a lo que el pequeño le dijo que intentaba vaciar toda el agua del
mar en el agujero en la arena. Al escucharlo, San Agustín le dijo al niño que
eso era imposible, a lo que el niño respondió que si aquello era imposible
hacer, más imposible aún era el tratar de descifrar el misterio de la Santísima
Trinidad. Un niño/a le mostró al maestro de soberbios pensamientos que solo
como un niño podría comprender una verdad inscrita en otra dimensionalidad: la
del niño/a.
iii.
En la representación de los ángeles en forma
de niños de corta edad, iniciada en el gótico tardío y muy extendido en el
barroco y el rococó, tendió a introducir en la religión la idea de un cielo
infantil y juguetón.
La imagen del niño juega un papel importante como aquella dimensión humana
privilegiada de la revelación de Dios.
Todo este lenguaje simbólico teológico alrededor de la imagen del niño/a lo
que pretende es hablar de esa dimensionalidad del Reino de Dios, que es
libertad, dignidad, espontaneidad que hace a cada persona creyente una nueva
criatura y la capacita para la alabanza. Sin un nacer de nuevo, ser como un
niño, no se puede alabar en espíritu y en verdad.
De esta manera frente al modo de ser occidental, patriarcal y
adultista se contrapone la imagen del niño/a que en la tradición profunda del
cristianismo nos revela otro modo del ser, que se puede caracterizar por ser:
1. Femenino
2. Generoso
3. Interdependiente
4. Creativo
5. Espontaneo
6. Alegre-celebrativo
7. Integrativo
El modo de ser del niño es el ser de un modo, es el modo como dimensionalidad de Total Relacionalidad, de libertad,
alegría, juego, espontaneidad, goce.
E.
La niñez transparencia de Dios y esperanza
del mundo
«El que me busca me encontrará en los niños,
porque me revelaré en ellos»
Palabras de Jesús, transmitidas
por Hipólito, Padre de la Iglesia.
La sensibilidad de ver en la niñez el rostro de Dios, ver que nos ve el
infinito atrapado en nuestra finitud, mirada del niño/a que nos penetra y nos
descubre en nuestra más profunda originalidad o fontanidad: siempre hemos sido
hijitos/as. Podemos ser hijitos que salen de casa a la orfandad como el hijo
pródigo, pero siempre podemos alzar nuestros ojos y decir “en la casa de mi
padre…”
La fe como acto vital es sinónimo de confianza. Y la confianza pertenece a
los momentos vitales fundamentales y básicos de toda vida humana. De este modo,
podemos decir que por encima de toda confianza condicionada que depositamos en
las circunstancias, cosas y personas entre las que se mueve nuestra vida, se da
una confianza
incondicionada y más profunda de la que vivimos[24]. Esta fe como
Confianza Incondicionada nos muestra esa dimensión de Total Pertenencia, es
sentirse en casa, es decir: “ahora estoy en casa, éste es mi hogar al que
PERTENEZCO. No soy huérfano, pertenezco a…[25]”, Donde Dios es el
punto de referencia de nuestra pertenencia. Somos hijitos amados que en nuestro
estar perdidos, encontrados, angustiosos, etc., balbuceamos Abba.
La psicología moderna llama a lo que Jesús pide, “Haceos como niños”,
“confianza originaria” y “seguridad originaria”. Hoy sabemos hasta qué
punto marca a un niño la atmósfera de una confianza global, del calor del nido.
Ella despierta las fuerzas vitales positivas y el dinamismo interior de la
persona. En estas palabras de Jesús se trasluce su nueva imagen del hombre sostenido
por la confianza, y su imagen de Dios como Padre amoroso. Su sana imagen del
hombre está unida a su sana imagen de Dios.
Los niños pequeños no pueden merecer. La religión, según Jesús, no es nunca
mérito, sino confianza. Todo lo que él dijo e hizo giró siempre en torno a la
confianza del niño en el amor de su padre. Sólo en esta confianza encontraremos
el camino hacia Dios… Los padres que tratan de adaptar a sus hijos a la ”vida
real” les quitan en realidad la confianza originaria en el Dios del amor.Pero
la mayoría de los padres no quieren “hacerse como niños”, sino más bien que sus
hijos se hagan como ellos. Quizá no deberíamos hablar ya de educación, sino de
relación.
La niñez transparenta a Dios porque nos remite a esa Confianza y
Pertenencia Incondicionada y original.
Al elemento de la confianza Incondicionada se le
relaciona la capacidad de la niñez para
la apertura al aprendizaje en el ámbito de lo simbólico, como lo dice Savater:
En cierto modo, siempre seguimos siendo niños porque nunca dejamos de aprender
símbolos nuevos.
La niñez transparenta a Dios ya que ellos/as ven una
dimensión de la realidad a la que ya no tenemos acceso los adultos por un tipo
de educación para la desconexión. Esa dimensión es la del símbolo, la
representación, imaginación, etc., es la dimensión de la Total Relacionalidad y
Confianza Incondicionada.
Otra característica propia de la niñez, y que está relacionada a las
anteriores, es su capacidad de sorprenderse y de admiración. Los adultos nos hemos acostumbrados tanto al
mundo que no nos sorprende nada (esa es una característica del adultismo),
creemos saberlo y dominarlo todo. En la sabiduría se dice que el principio de
la filosofía es la admiración o sea mantener esa apertura al mundo, esa actitud
de discípulos de todos y dejarnos sorprender por lo imprevisible de lo conocido
y lo desconocido ya que siempre es más profunda la verdad de las cosas de lo
que podemos llegar a conocer con nuestras limitadas capacidades humanas. En
palabras de Savater: “Los niños pequeños se pasan la vida arrastrando de la
manga a los mayores para enseñarles pequeñas maravillas que a veces los adultos
son demasiado estúpidos para apreciar en lo que valen”
La niñez transparenta a Dios en su capacidad de admiración ya que nos
remite a realidades trascendentes, a esas dimensiones de la realidad que es
Total Relacionalidad, Dependencia, Confianza, es decir, el Reino de Dios.
Conclusiones abiertas
En la actualidad estamos viviendo un cambio de paradigma donde las fuerzas
del viejo modelo se resisten con mucho más fuerza contra la emergencia de un
nuevo mundo. ¿Cuál es el signo que revela esto?, ¿cuál es el modelo emergente?,
¿qué elementos lo componen? Estas preguntas son más urgentes ahora que se cobra
mayor consciencia que el modelo patriarcal en
palabras de Capra se ha “petrificado” tanto que ya no es posible una vida
humana entre los hombres.
Existen muchas personas que nos vienen “abriendo” los ojos a este cambio de
conciencia que nos debe librar de las fuerzas destructoras de la civilización
occidental. En lo particular desde mi particular historia pienso que las
acciones de Jesús como “poner un niño” al centro” y las palabras “si no os
volvéis como un niño/a” nos muestran los puntos de partida de el nuevo
paradigma. Ya dije en líneas anteriores que lo fontanidad de todo se nos revela
“como un niño/a” (física cuántica,
Heráclito, Prov. 8:30, el posmodernismo, la recuperación de la dimensión
simbólico -lúdico, e.o) y que la niñez es el medio por excelencia por donde
asoma las fontanidades del Ser. Esta fontanidad nos revela en la dimensión
manifiesta de la existencia el Nuevo Ser, o
sea, una nueva manera de reorganizar las cosas hacia un sistema complejo mayor
y en proceso de plenificación.
Si a través de la niñez se nos revela este “anhelo” del Ser entonces
debemos reconocer en la niñez nuestra esperanza como especie humana. Cristo
vino en forma de un niño en humilde condición y los cristianos creemos que en
este niño Dios se ha revelado de manera definitiva. Por ello como cristianos no
nos es demasiado difícil cambiar un paradigma que no corresponde con la
esperanza y la fe cristiana como es el patriarcal y adultista por el paradigma
del Reino de Dios revelado en la sonrisa de un niño. Lo revolucionario de Jesús
y la posibilidad de su adhesión absoluta a su Abba se debió a que siempre se supo hijito, que en el Jesús
maduro latía el corazón de un niñito que sentía la total confianza de ser amado
por su Padre amoroso.
Tal vez se concrete en un cambio de dirección de la conciencia humana las
palabras de Isaías:
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado,
y el principado sobre su hombro; y se llamará
su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte,
Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Isa. 9.6
Creamos que en la encarnación y el nacimiento de Cristo- Jesús apenas se inició en la historia de la
humanidad y el universo la Encarnación en todas las cosas del Cristo. El
Hijito de Dios se ha hecho creatura por lo que toda la creación a través de su
unidad cosmogenética y onto-filogenética se transforma en Hijita de Dios. Por
ello Jesucristo nos llama a ser “como niños/as” o sea a asumir la nueva
realidad (Nuevo Ser) fundada por el Hijito de Dios: El Reino de Dios es el
encanto de un niño/a que juega en libertad, amor y relacionalidad.
[30]
Aquí en la línea de Maturana de su libro El Sentido de lo Humano., SAEZ EDITOR, 2003
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