Prof: Mgtr. Miguel España.
Teólogo, educador e investigador.
Managua, Nicaragua.
18/01/2021


Apreciado amigo José Argüello,

Con mucho agrado he leído tu ensayo titulado “El Centauro y la Cruz, paganismo y cristianismo en las cuentos de Rubén Darío”, el cual me ha dejado una grata e inquietante sensación. Grata por la conexión dariana con Nietzsche y por nuevos datos que yo desconocía del gran Panida, datos por cierto iluminados con las reflexiones y puntuaciones que realizas con sentido histórico y literario.

 Más, lo inquietante versa sobre esa ruptura en el corazón de Darío, en su obra, en su vida, siendo una unidad dispersa existencialmente, o una dispersa unidad literaria, la que me inquieta por ser algo así como un espejo para mí. Ya PAC nos trajo a consciencia que todo nicaragüense lleve en sí algo de Darío. Ésa ruptura dariana, es la ruptura de nuestro ser nicaragüense, ruptura síntesis de un mito fundacional existencial y espiritual: “ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto; y el temor de haber sido y un futuro terror”. He ahí nuestro programa universal, donde lo particular revela sus posibilidades universales: ser o no ser, la duda, la existencia amenazada por la muerte o por lo fatal del ágape/eros: ¿acaso el amor no exige la muerte, el eros no es estado de muerte o la muerte es la gloria del hombre? Lo Fatal y Cantos de Vida y Esperanza, he ahí la síntesis, más allá de la visión maniquea sobre Darío.

 

ANOTACIONES SOBRE TU OPCIÓN HERMENEÚTICA.

José Argüello, has puesto como criterio hermenéutico el binomio Eros/Ágape para interpretar las imágenes literarias y existenciales cristianas en los cuentos de Darío. Eros/Ágape tienen su expresión en otro binomio de cuna dariana o paulina: carne/piedad.

 ·         Eros/carne:      “Y la carne que tienta con sus frescos racimos” (Lo Fatal) 

  •         Ágape/piedad: “Jesús, incomparable perdonador de injurias, óyeme” (Spes)

 Las connotaciones en Darío sobre estas categorías no son de la espiritualidad sino de representaciones de cristianismo paganizado, repleto de los horrores de una psique asediada por mil demonios. De alguna manera Darío es un Lutero, y en ese sentido existencial, en ese su Talante existencial y espiritual agónico es protestante. En esto J. L. Aranguren nos ayuda a entenderlo así, aunque en muchos puntos yo no esté de acuerdo con el filósofo. En una sociedad mitologizada, donde el numen de lo fascinoso y tremendo (R. Otto) gobierna las consciencias en la noche religiosa, es natural tal Talante, pero aún más en una existencia como la de Darío apuntalada por una sed de infinito. ¿En su condición existencial protestante su agonía era el camino hacia el “coraje” de protesta, ruptura y posicionamiento contra la cristiandad gnóstica y supersticiosa de su época; o era la agonía producto de una consciencia descoyuntada por una época complicada, convulsa, cambiante, audaz-cosmopilita, o al final era Luzbel que en su estado de caído continua anhelando el trono de la infinitud?   ¿Acaso estas tres posibilidades no es el fondo espiritual de la modernidad?

 El dilema existencial en Darío (Eros-Ágape) bien lo has expuesto y revela la bipolaridad del teósofo, poeta y del creyente gnóstico. Él como nadie es la síntesis del Salomón de luz y el Salomón de oscuridad/negro.

 Más Eros en la tradición filosófica platónica no está opuesta al ágape, el sumum bonun o lo Uno. El Eros es el anhelo o deseo del bien, la belleza y la verdad. Es una fuerza que llama a la reunificación con lo Uno. Las pasiones de la carne desinforma al Eros de su anhelo por excelencia, ubicando su bien en las cosas perecederas.

 La tradición cristiana tiene las tres formas del amor: filia, eros y ágape. Filia y eros son amores naturales, pero Ágape está reservado al amor por excelencia, que es Dios (Qeós Agape stiv/1Cart.Jn. 4: 8b). Filia y Eros pueden estar manchados por el pecado, lo que hace que el ser humano busque y encuentre en fuentes mundanas y carnales su autosatisfacción. Por ello el Ágape restaura la función salvífica, sanadora y reconciliadora del Eros y del Ágape.

 Teniendo estos conceptos mínimos en mente podemos decir que, por un lado Eros y Ágape son categorías muy útiles para interpretar la obra dariana, por otro lado es bueno precisar que estas categorías adquieren un colorido moralizante y dualista propio de la religiosidad cristiana popular cuando se ubican como expresión del binomio: carne/piedad.  No es que sean mal aplicadas por el ensayista, muy por el contrario, sino es para centrar el uso propio de tales categorías en este ensayo.

 Esta concepción dualista y maniquea en Darío, que bien revela José Argüello, hace patente la oposición irresoluble entre Eros/carne y Ágape/piedad. Bien lo dice Argüello:

Característicamente para Darío tales extremos nunca se tocan, a no ser para anularse mutuamente (P, 2)

Darío concibe la santidad en términos acentuadamente ascéticos y extrema los antagonismos con el epicureísmo tan grato para él. (P, 3)

Llega a tal grado el patetismo en Darío que el amor frustrado por la muerte, o inalcanzable por alguna fatal razón, solo le queda la resignación del convento, los rezos y el amor espiritual. Así se lee en el cuento Sor Filomena, bien delineado por el ensayista:

Su amado ha muerto en China. Adolorida, se despide de todo amor terrenal e ingresa a un convento, convirtiéndose en Sor Filomena: Sabía que no tenía ya amores e ilusiones en la tierra, y que solamente hallaría consuelo en la Reina María Santa y en el dulce Príncipe Jesús. Típicamente en los cuentos de Darío, después de un leve contacto entre eros y ágape, estos vuelven a separarse, estableciendo su antitética polaridad (p, 4)

 

ECLECTICISMO PAGANO-CRISTIANO/CRISTIANO-PAGANO.

Otro par de categorías están en las antípodas darianas y que nos la presenta Argüello con vivaz pluma: paganismo y cristianismo. Es aquí donde las cosas se ponen mucho más interesantes.

En primer lugar nos presenta el ensayista el “lado” pagano en Darío en el cuento El Sátiro y el Centauro.

Un cuento de fuerte sentido ecléctico, entre las figuras paganas griegas así como Mesoamericanas (Huitzilopochtli), que revela los arquetipos o nuestras “sombras” en nuestro inconsciente étnico (A. D. Lacayo).

El Sátiro y el Centauro: representa la subsunción del paganismo dentro el cristianismo, es un cuento de conversión ecléctica, donde el cristianismo prevalece pero aún viste los símbolos del paganismo derrotado. Eros es confinado al espacio sagrado litúrgico, y no vence ágape sino la disciplina ascética (P, 4-5). Así lo declara José Argüello en su ensayo: “Darío insiste en la perdurabilidad del paganismo bajo nuevas formas cristianas”.

Es impresionante que en el artículo dedicado al poeta León III Darío diga que “los dioses ministraban a Jesucristo” (p, 5). Esta expresión revela un fuerte sentido henoteísta. Tal impresión la he observado en el artículo de Carlos Ruiz “La idea de Dios en Rubén Darío”, sobre el cual preciso en mi libro Abba, el Dios de la vida y los ídolos de la muerte” (2019):

Ruiz básicamente plantea que en Rubén Darío existe, a mi entender, un tipo de henoteísmo, o sea, Dios superior y dioses inferiores supeditados (p, 16)

 

DIOS CRISTIANO-DIOSES PAGANOS.

Al leer en su conjunto este ensayo no puedo más que fascinarme de la polaridad dinámica en Darío, donde los dioses paganos son desdoblaciones del Dios cristiano, o quizá el Dios de su cristianismo es la síntesis de todas las potencias divinas, y de ahí que aquellas sean expresión de éste. Darío el teósofo, y ávido lector del espiritismo y otras formas de sabidurías esotéricas y exotéricas, no está exento de estas visiones sobre las fuerzas cósmicas, potencias celestes y dinamismo esotérico. Fatalismo filosófico que encajaba perfectamente con su fatalidad existencial.    

Su poesía se la debe a Pan, a las musas, a los dioses del panteón griego y toda la mitología que le rodea. Ante la huida de los dioses en la modernidad y el proceso de secularización-desmitologización (los dioses son devorados por el niño-modernidad), no queda más que el Cristo (cristianismo) que es la nueva forma de las potencias creadoras-divinas en el poeta: Abandonado por los viejos dioses paganos, Cristo le restituye de nuevo a su potencia creadora.  (P, 13)

En Rubén Darío, no hay tal oposición irreconciliable entre paganismo y cristianismo, él es absolutamente pagano, y su colorido cristianismo es paganismo cristianizado.  

Tomemos un ejemplo:

El buen-malo Dios cristiano del cuento “El buen Dios”, tienen una correspondencia con los dioses “sordos-malos” paganos en Cartas del país azul.

·         El buen Dios: ¡oh, buen Dios, no seas malo!

·         Cartas del país azul: Sus añorados dioses paganos no le responden más: Los dioses son injustos y terribles…mi red conocida de los tritones y sirenas… ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!... ¿los dioses son sordos y malos?

La conclusión que rescata José Argüello de Mary Ávila, (“La actitud, pues, de Darío, lejos de ser blasfema, parece cumplir con lo que es considerado como lo mejor de la novela católica”. P, 21) sobre el cuento “el Dios bueno”, siempre es plausible, pero a mi sensibilidad le parece que a Darío lo que le mueve en este tipo de cuentos o poesía (Ananké) no solo es la finitud de la existencia (que también es insaciabilidad, referencia a los vacío existenciales del Panida, y por eso su tensión bipolar entre ágape y eros) sino, desde un punto de vista teológico, que el Dios bueno es a la vez el Dios malo, y ahí tenemos el más hondo paganismo en Darío, que revisando el Antiguo testamento, corresponde con una concepción monista de la divinidad: Dios es dueño del bien y del mal, hace bien a quien quiere, la vida y la muerte, le pertenecen.

Por otro lado, contrariamente a Mary Ávila, pienso que en Darío su universalismo estético no “fue quien lo condujo a incluir profusamente en su obra elementos no cristianos” (p, 26) sino al contrario, su “no cristianismo tradicional” (¿su paganismo?) le permite incluir elementos cristianos.

 

DARÍO, EL NIETZSCHE NICARAGÜENSE.

A mi parecer Darío muestra una “sensibilidad cristiana en total estado de protesta existencial”.

Darío es el Nietzsche nicaragüense, que toma las mediaciones cristianas para darle de martillazos, siempre con una falsa consciencia religiosa. Mary Ávila refiere sobre Darío que “solo un alma verdaderamente cristiana puede tener semejante sensibilidad sobre las cosas de la fe cristiana”, pero lo que yo veo no es un alma cristiana sino un alma con sed de infinito; un cristiano pagano o un pagano cristiano. Fue hijo de su época, y de una cultura cristiana conservadora y atemorizante. Fue su lado neurótico, y casi esquizofrénico producido por su ansia de más o de infinitud que se le ha negado, que vemos en su bipolaridad existencial un lado cristiano.  Más la polaridad del verso y expresionismos literario cristianizante es fútil ante su núcleo pagano. Y de todos modos, Darío es la síntesis más contradictoria entre paganismo y cristianismo. (Su agonía y elevaciones “cristianas” no son más expresión de sus sublimaciones, crisis existenciales y temores religiosos, típico de un niño formado en la religiosidad popular de su tiempo)  

Cualquiera con sensibilidad cristiana y bíblica se da cuenta de que Darío es un demonio vestido de ángel de luz.  Por ello a lo Nietzsche.

El Salomón negro, el lado oscuro de la luna, el de tempestades y tormentas, el de la danza, el cuerpo, el placer, las honduras de la existencia en fallo y agrietada, ése es Darío a través de Nietzsche, a la vez que Nietzsche a través de Salomón negro.

Para Nietzsche es la oposición entre apolíneo y los dionisiaco, éste apuesta al cuerpo, a la danza, al placer, al poder más allá del yo confinado por Apolos. En el espíritu Darío y Nietzsche son idénticos; en su funcionalidad social Darío no se atrevió a dar el último paso en su conversión pagana. Aunque Darío hace confesión de su paganidad y su opción por Amatunte:

¡Yo seré contigo, Señora, en el paraíso de la mirra! (p, 8)

Siempre el erotismo, la sexualidad, el arrojo voluptuoso es signo de los iniciados paganos en las religiones de la fertilidad, del poder y del esoterismo. Darío es un iniciado.

Sí, soy pagano. Adorador de los viejos dioses, y ciudadano de los viejos tiempos.

 

FE Y RAZÓN.

La interpretación que hace José Argüello del relato sobre Fray Pedro, es fiel a la época en que escribe Darío, época del cientifismo y positivismo. Extendiendo un poco la interpretación podemos agregar que refleja el cambio de actitud de la sociedad secularizante ante lo sagrado, y por otro lado a la teología y ciencias bíblicas mismas; época en que se busca aplicar los criterios de la razón-ciencias-métodos a la teología, la religión, la fe, la biblia. Así José Argüello nos comenta: el cientifismo decimonónico, que pretendía medirlo y explicarlo todo, entronizando a la razón humana como medida de todas las cosas, descartando la Revelación como fuente primigenia del conocimiento de Dios. (P, 23).

Impresionante relación por inversión que establece José Argüello sobre el mito de Cronos: inversión del Padre que devora a sus hijos por los hijos que devoran a los padres. No es acaso un presagio de lo hoy vivimos en las sociedades posmodernas: la cultura, la religión, los estados, la razón moderna, todo ello el padre antiguo ahora es devorado por los hijos posmodernos, que engullen pero no se nutren sino que se intoxican con las entrañas del Padre. ¿Freud y lacan siguen teniendo razón con su teoría del Padre?

 

CONCLUSIÓN

Obviamente que José Argüello no quiere presentar una imagen final de Darío, pincelada por esas densas descripciones. Él mismo lo declara: No pretendemos presentar aquí a Rubén Darío como autor religioso, pero sí mostrar el peso eminente de la temática cristiana y religiosa en sus cuentos, no obstante ser omitida por la mayoría de los estudiosos. (P, 30).

Con este ensayo se amplían, profundiza y se suman las preguntas y propuestas de relectura de la obra dariana, ya que se introducen nuevas categorías de análisis que arrojan nuevos ángulos de luz sobre viejos temas debatidos.

Para cerrar pienso que se debe hacer una lectura que integre las multiplicidades y polaridades darianas, una propuesta de lectura que supere la visión de irreconciabilidad intrínseca de la obra de Darío y la irreconciabilidad existencial del alma del Panida.

La conciliación dariana no es excluyente sino que incluye alrededor de un eje común. Unos prefirieran alrededor del polo cristiano, otros al polo pagano, otros al teósofo y otros el existencialista.

Gracias maestro José Argüello por este ensayo, y espero podamos conversar sobre estas cosas personalmente y con un café, yo como un diletante y tu como un literato.

 





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