Apreciado amigo José Argüello,
Con mucho agrado he
leído tu ensayo titulado “El Centauro y la Cruz, paganismo y cristianismo en
las cuentos de Rubén Darío”, el cual me ha dejado una grata e inquietante
sensación. Grata por la conexión dariana con Nietzsche y por nuevos datos que
yo desconocía del gran Panida, datos por cierto iluminados con las reflexiones
y puntuaciones que realizas con sentido histórico y literario.
ANOTACIONES SOBRE
TU OPCIÓN HERMENEÚTICA.
José Argüello, has puesto como criterio hermenéutico el binomio Eros/Ágape para interpretar las imágenes literarias y existenciales cristianas en los cuentos de Darío. Eros/Ágape tienen su expresión en otro binomio de cuna dariana o paulina: carne/piedad.
- Ágape/piedad: “Jesús, incomparable perdonador de injurias, óyeme” (Spes)
Característicamente para Darío
tales extremos nunca se tocan, a no ser para anularse mutuamente (P, 2)
Darío concibe la santidad en
términos acentuadamente ascéticos y extrema los antagonismos con el epicureísmo
tan grato para él. (P, 3)
Llega a tal grado el
patetismo en Darío que el amor frustrado por la muerte, o inalcanzable por
alguna fatal razón, solo le queda la resignación del convento, los rezos y el
amor espiritual. Así se lee en el cuento Sor Filomena, bien delineado por el
ensayista:
Su
amado ha muerto en China. Adolorida, se despide de todo amor terrenal e ingresa
a un convento, convirtiéndose en Sor Filomena: Sabía que no tenía ya amores e ilusiones en la tierra, y que solamente
hallaría consuelo en la Reina María Santa y en el dulce Príncipe Jesús. Típicamente
en los cuentos de Darío, después de un leve contacto entre eros y ágape, estos vuelven a separarse, estableciendo su antitética
polaridad (p, 4)
ECLECTICISMO
PAGANO-CRISTIANO/CRISTIANO-PAGANO.
Otro par de categorías
están en las antípodas darianas y que nos la presenta Argüello con vivaz pluma:
paganismo y cristianismo. Es aquí donde las cosas se ponen mucho más
interesantes.
En primer lugar nos
presenta el ensayista el “lado” pagano en Darío en el cuento El Sátiro y el
Centauro.
Un cuento de fuerte
sentido ecléctico, entre las figuras paganas griegas así como Mesoamericanas
(Huitzilopochtli), que revela los arquetipos o nuestras “sombras” en nuestro
inconsciente étnico (A. D. Lacayo).
El Sátiro y el
Centauro: representa la subsunción del paganismo dentro el cristianismo, es un
cuento de conversión ecléctica, donde el cristianismo prevalece pero aún viste
los símbolos del paganismo derrotado. Eros es confinado al espacio sagrado
litúrgico, y no vence ágape sino la disciplina ascética (P, 4-5). Así lo declara
José Argüello
en su ensayo: “Darío insiste en la perdurabilidad del paganismo bajo nuevas
formas cristianas”.
Es impresionante que en
el artículo dedicado al poeta León III Darío diga que “los dioses ministraban a
Jesucristo” (p, 5). Esta expresión revela un fuerte sentido henoteísta. Tal
impresión la he observado en el artículo de Carlos Ruiz “La idea de Dios en
Rubén Darío”, sobre el cual preciso en mi libro Abba, el Dios de la vida y los
ídolos de la muerte” (2019):
Ruiz
básicamente plantea que en Rubén Darío existe, a mi entender, un tipo de
henoteísmo, o sea, Dios superior y dioses inferiores supeditados (p, 16)
DIOS CRISTIANO-DIOSES PAGANOS.
Al leer en su conjunto
este ensayo no puedo más que fascinarme de la polaridad dinámica en Darío,
donde los dioses paganos son desdoblaciones del Dios cristiano, o quizá el Dios
de su cristianismo es la síntesis de todas las potencias divinas, y de ahí que
aquellas sean expresión de éste. Darío el teósofo, y ávido lector del
espiritismo y otras formas de sabidurías esotéricas y exotéricas, no está
exento de estas visiones sobre las fuerzas cósmicas, potencias celestes y
dinamismo esotérico. Fatalismo filosófico que encajaba perfectamente con su
fatalidad existencial.
Su poesía se la debe a
Pan, a las musas, a los dioses del panteón griego y toda la mitología que le
rodea. Ante la huida de los dioses en la modernidad y el proceso de
secularización-desmitologización (los dioses son devorados por el
niño-modernidad), no queda más que el Cristo (cristianismo) que es la nueva
forma de las potencias creadoras-divinas en el poeta: Abandonado por los viejos
dioses paganos, Cristo le restituye de nuevo a su potencia creadora. (P, 13)
En Rubén Darío, no hay
tal oposición irreconciliable entre paganismo y cristianismo, él es
absolutamente pagano, y su colorido cristianismo es paganismo cristianizado.
Tomemos un ejemplo:
El buen-malo Dios cristiano del cuento “El buen Dios”,
tienen una correspondencia con los dioses “sordos-malos” paganos en Cartas del país azul.
·
El buen Dios: ¡oh, buen Dios, no
seas malo!
·
Cartas del país azul: Sus
añorados dioses paganos no le responden más: Los dioses son injustos y
terribles…mi red conocida de los tritones y sirenas… ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!... ¿los
dioses son sordos y malos?
La conclusión que rescata José Argüello de Mary Ávila, (“La actitud, pues, de Darío, lejos
de ser blasfema, parece cumplir con lo que es considerado como lo mejor de la
novela católica”. P, 21) sobre el
cuento “el Dios bueno”, siempre es plausible, pero a mi sensibilidad le parece
que a Darío lo que le mueve en este tipo de cuentos o poesía (Ananké) no solo
es la finitud de la existencia (que también es insaciabilidad, referencia a los
vacío existenciales del Panida, y por eso su tensión bipolar entre ágape y
eros) sino, desde un punto de vista teológico, que el Dios bueno es a la vez el
Dios malo, y ahí tenemos el más hondo paganismo en Darío, que revisando el
Antiguo testamento, corresponde con una concepción monista de la divinidad:
Dios es dueño del bien y del mal, hace bien a quien quiere, la vida y la
muerte, le pertenecen.
Por otro lado,
contrariamente a Mary Ávila, pienso que en Darío su universalismo estético no “fue
quien lo condujo a incluir profusamente en su obra elementos no cristianos” (p,
26) sino al contrario, su “no cristianismo tradicional” (¿su paganismo?) le
permite incluir elementos cristianos.
DARÍO, EL NIETZSCHE
NICARAGÜENSE.
A mi parecer Darío
muestra una “sensibilidad cristiana en total estado de protesta existencial”.
Darío es el Nietzsche
nicaragüense, que toma las mediaciones cristianas para darle de martillazos,
siempre con una falsa consciencia religiosa. Mary Ávila refiere sobre Darío que
“solo un alma verdaderamente cristiana puede tener semejante sensibilidad sobre
las cosas de la fe cristiana”, pero lo que yo veo no es un alma cristiana sino
un alma con sed de infinito; un cristiano pagano o un pagano cristiano. Fue
hijo de su época, y de una cultura cristiana conservadora y atemorizante. Fue
su lado neurótico, y casi esquizofrénico producido por su ansia de más o de
infinitud que se le ha negado, que vemos en su bipolaridad existencial un lado
cristiano. Más la polaridad del verso y
expresionismos literario cristianizante es fútil ante su núcleo pagano. Y de
todos modos, Darío es la síntesis más contradictoria entre paganismo y
cristianismo. (Su agonía y elevaciones “cristianas” no son más expresión de sus
sublimaciones, crisis existenciales y temores religiosos, típico de un niño
formado en la religiosidad popular de su tiempo)
Cualquiera con
sensibilidad cristiana y bíblica se da cuenta de que Darío es un demonio
vestido de ángel de luz. Por ello a lo Nietzsche.
El Salomón negro, el
lado oscuro de la luna, el de tempestades y tormentas, el de la danza, el
cuerpo, el placer, las honduras de la existencia en fallo y agrietada, ése es
Darío a través de Nietzsche, a la vez que Nietzsche a través de Salomón negro.
Para Nietzsche es la
oposición entre apolíneo y los dionisiaco, éste apuesta al cuerpo, a la danza,
al placer, al poder más allá del yo confinado por Apolos. En el espíritu Darío
y Nietzsche son idénticos; en su funcionalidad social Darío no se atrevió a dar
el último paso en su conversión pagana. Aunque Darío hace confesión de su
paganidad y su opción por Amatunte:
¡Yo seré contigo,
Señora, en el paraíso de la mirra! (p, 8)
Siempre el erotismo, la
sexualidad, el arrojo voluptuoso es signo de los iniciados paganos en las
religiones de la fertilidad, del poder y del esoterismo. Darío es un iniciado.
Sí, soy pagano.
Adorador de los viejos dioses, y ciudadano de los viejos tiempos.
FE Y RAZÓN.
La interpretación que hace José Argüello del relato sobre Fray Pedro, es fiel a la época en que escribe
Darío, época del cientifismo y positivismo. Extendiendo un poco la
interpretación podemos agregar que refleja el cambio de actitud de la sociedad
secularizante ante lo sagrado, y por otro lado a la teología y ciencias
bíblicas mismas; época en que se busca aplicar los criterios de la
razón-ciencias-métodos a la teología, la religión, la fe, la biblia. Así José
Argüello nos comenta: el cientifismo
decimonónico, que pretendía medirlo y explicarlo todo, entronizando a la razón
humana como medida de todas las cosas, descartando la Revelación como fuente
primigenia del conocimiento de Dios. (P, 23).
Impresionante relación
por inversión que establece José Argüello
sobre el mito de Cronos: inversión del Padre que devora a sus hijos por los
hijos que devoran a los padres. No es acaso un presagio de lo hoy vivimos en
las sociedades posmodernas: la cultura, la religión, los estados, la razón
moderna, todo ello el padre antiguo ahora es devorado por los hijos
posmodernos, que engullen pero no se nutren sino que se intoxican con las
entrañas del Padre. ¿Freud y lacan siguen teniendo razón con su teoría del
Padre?
CONCLUSIÓN
Obviamente que José Argüello no quiere
presentar una imagen final de Darío, pincelada por esas densas descripciones.
Él mismo lo declara: No pretendemos presentar aquí a Rubén Darío como autor
religioso, pero sí mostrar el peso eminente de la temática cristiana y
religiosa en sus cuentos, no obstante ser omitida por la mayoría de los
estudiosos. (P, 30).
Con este ensayo se
amplían, profundiza y se suman las preguntas y propuestas de relectura de la
obra dariana, ya que se introducen nuevas categorías de análisis que arrojan
nuevos ángulos de luz sobre viejos temas debatidos.
Para cerrar pienso que
se debe hacer una lectura que integre las multiplicidades y polaridades
darianas, una propuesta de lectura que supere la visión de irreconciabilidad
intrínseca de la obra de Darío y la irreconciabilidad existencial del alma del
Panida.
La conciliación dariana
no es excluyente sino que incluye alrededor de un eje común. Unos prefirieran
alrededor del polo cristiano, otros al polo pagano, otros al teósofo y otros el
existencialista.
Gracias maestro José Argüello por este ensayo, y
espero podamos conversar sobre estas cosas personalmente y con un café, yo como
un diletante y tu como un literato.
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