ACERCAMIENTO A LAS RELACIONES ENTRE  RELIGIÓN Y POLÍTICA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LAS IDENTIDADES EN ARGENTINA.

 Msc. Miguel España.

El periodo de formación del Estado argentino inicia en 1810, luego de la Revolución de Mayo, y se consolida en 1853 con la sanción de la Constitución Nacional y se afianza hacia finales del siglo XIX.

 Roberto Di Stefano (Di Stefano. 2020. 58) nos hace una síntesis de la relación entre iglesia y estado en Argentina de la segunda mitad del siglo XIX: La Constitución de 1853, que con varias y sustanciales reformas se encuentra vigente, estableció a la vez un régimen de libertad y desigualdad. Por un lado, aseguró una amplia libertad para el ejercicio de todos los cultos; por otro, aunque rehusó declarar al catolicismo religión de Estado, introdujo normas que otorgaron a la Iglesia católica un estatus privilegiado –el sostén del culto, la obligatoriedad del presidente y vicepresidente de pertenecer a la comunión católica, el deber del Estado de procurar la conversión de los indígenas al catolicismo– y afirmó el derecho de patronato del Estado. Aunque en la década de 1880 el país avanzó en el proceso de laicización con la promulgación de las llamadas leyes laicas – las de educación común para los territorios de jurisdicción federal y de registro civil de las personas en 1884 y la de matrimonio civil en 1888–, a partir del cambio de siglo las relaciones entre las autoridades eclesiásticas y las civiles se estabilizaron en una suerte de pacto laico que puso coto a ulteriores intentos de profundizarlo.

  La construcción del estado-nación Argentino se da, además de ir acompañado de políticas racistas contras las comunidades indígenas[1], por una ambivalencia: se da el proceso de modernización y laicización del Estado, pero la oficialidad e influencia católica institucional sigue vigente[2].   

 Resulta interesante observar varios acontecimientos importantes que marcan la renovada presencia en el espacio público de la Iglesia católica en situaciones que vinculan el símbolo religioso con la identidad nacional.

La construcción de la Basílica de Luján entre 1887 y 1935, conformando el lugar central de la devoción mariana de mayor envergadura en el país, la construcción del monumento al Cristo de los Andes en la frontera con Chile[3] en 1904 (Aimeigeiras. 2014. 184) Por otro, lado Fortunato Mallimaci (Aimeigeiras. 2014. 203) nos informa que: La bandera argentina y del Estado del Vaticano forman parte de la iconografía religiosa de todos los templos católicos en todo el territorio argentino. El Padre de la Patria (el General San Martín) es venerado en la Catedral de la ciudad de Buenos Aires (Madre de la Patria) desde 1880. Un capellán tiene presencia en la Casa Rosada de Argentina; hay una capilla mixta con días prefijados de culto en el Palacio de la Moneda en Chile y las imágenes marianas flanquean las entradas a la Residencia Presidencial de Olivos en Argentina. La Constitución Nacional de la Argentina –desde su promulgación en 1853 hasta hoy en su Artículo 2– afirma que el “El gobierno federal sostiene al culto católico romano” y hasta 1994 exigía que su presidente fuera católico.

 La construcción del estado-nación criollo se venía consolidado en tensión con la religión oficial desde el proceso de Independencia (1810-1820) hasta que las relaciones pasaron a ser de connivencia a partir de los años 20, como nos informa Ameigeiras (2014. 181): Un nacionalismo que comenzó a consolidarse y expandirse en el país en la década de 1920 y que transitó por distintas formas y modalidades, desde el doctrinario y el tradicionalista, pasando por el antiimperialista y el republicano, hasta el social, el peronista y el católico. Una caracterización en donde el nacionalismo católico ha atravesado distintas instancias dando lugar no solo a lecturas disímiles sino también a posiciones enfrentadas. Allí es donde surge una férrea y sostenida argumentación que comienza a unir estrechamente ambas nociones sustentando la conformación de una concepción acerca de una “Argentina católica” transitando desde instancias que fundamentan la existencia de una “matriz común”, pasando por otras formas de compromiso político-religioso y religioso-político.

 La avanzada de la Acción Católica y las influencias de la Encíclica Rerum Novarum y Qudragesimo Anno[4]  ejercieron su influjo en toda América Latina en el marco de la reconquista de los territorios, el espacio de influencia política con nuevo Concordatos y espacios simbólicos religioso-nacionalistas y convergió en una nueva alianza entre la “cruz y la espada”, en la cual la realización de la nación cristiana constituyó un imperativo irremplazable que debía desplazar definitivamente a la nación liberal[5]. (Ameigeiras. 2014. 183) Esto se concretaría con la realización del XXXIV Congreso Eucarístico Nacional (1934) llamado a constituirse en un punto de referencia insoslayable en el crecimiento de la Iglesia católica en la Argentina ante el avance “liberal” y “laicista” en el conjunto de la sociedad. Este evento trataba de poner énfasis tanto en la creencia en Dios como de la pertenencia a la patria y que encontraba en la eucaristía un punto de encuentro personal y colectivo irremplazable. (Ameigeiras. 2014. 185) La comunión de más de 1.200.000 personas en un solo día del Congreso, da cuenta inequívoca de lo señalado.

 La identidad nacional católica se define negativamente frente a los “otros” que deben ser eliminados como los protestantes, liberales, masones, comunistas y socialistas, todo ello favorecido por un contexto de crisis de entre guerras. Fue así que en la segunda mitad de la década de 1940, en vista de la decisión de Perón de reformar la Constitución, sectores católicos creyeron llegado el momento de que se firmase de una vez por todas el anhelado concordato con la Santa Sede y de que el carácter católico de la nación y del Estado fuese oficializado[6] en la nueva Carta Magna, en la misma lógica de la “tesis suarista”[7].

Ahora, es sumamente interesante revelar la trabazón entre la simbólica patriótica militar con la simbólica religiosa católica en América Latina, en el caso de Argentina de 1930 fecha en que La defensa de la cristiandad ya constituía en esta perspectiva una cuestión de “seguridad nacional” y concernía en cuanto tal a la profesión militar” (Ameigeiras. 2014. 182-183) En ese sentido se dio, en palabras de Mallimaci (Ameigeiras. 2012. 166) una lenta pero persistente catolización, militarización y nacionalización del estado, la sociedad política, la sociedad civil y el conjunto de la sociedad argentina. Proceso que se fue “naturalizando” y por ende legitimando en el largo plazo. Por un lado, las FF.AA. y la Iglesia católica fueron logrando afinidades estrechas luego del golpe cívico militar de 1930 que da por finalizado un tipo de país, de imaginario, de estado, y de democracia restringida con fuertes resabios liberales, conservadores y clasistas. El catolicismo penetra el Estado y descubre que es a través de las FF.AA. que puede llegar al mismo y sin necesidad de crear partidos políticos. El golpe de 1943[8] es ya un golpe cívico militar católico como lo serán todos los demás hasta el último de 1976. (Mallimaci. 2012.167)

 Esta vinculación fue funesta, ya que dio como resultado la perversión más grande en una sociedad: la legitimación religiosa de la represión, torturas y desapariciones de personas en las dictaduras.  El caso de la dictadura en tiempo de Rafael Videla (1976-1983) es emblemático en este sentido, del cual da testimonio indignante Mallimaci (2012. 162): aquellos que torturaron y asesinaron siguen hasta hoy diciendo que lo hicieron en nombre de Dios, de su dios, y que sacerdotes y religiosos católicos los acompañaron y apoyaron y reafirmaron en esas decisiones. Torturando se hacía el bien; asesinando se cumplía con el plan de Dios, haciendo desaparecer se eliminaban demonios y no personas. Los conceptos de guerra santa y guerra justa fueron utilizados para legitimar el asesinato, la tortura y el secuestro de niños previa eliminación de sus madres y padres. Se lo denominó “guerra contra la subversión”.

 Las identidades nacionales entorno a lo religioso revela hasta aquí complicidades criminales y da razón al principio de separación entre Estado y religiones. La laicidad no solo es un principio que separa dos agentes, sino que resguarda de los efectos de una mescla de agendas e intereses religiosos, políticos, militares y empresariales. Este resguardo no ha sido posible en América latina a causa de que históricamente los poderes determinantes de la sociedades han sido heredados de los Peninsulares católicos a los criollos católicos, a los hacendados católicos, a las oligarquías católicas. Por ello, aunque la mayoría de los Estados Latinoamericanos son laicos o sin religión oficial, esto no implica que se gobierne, legisle, eduque, produzca, sin religión implícita, y muchas veces explicitas ya que los Ministerios e Instituciones de los Estados[9] se consagran a la Virgen María, los Santos u otros símbolos cristianos.  ¿Cómo separar en los servidores públicos y fuerzas armadas la religión personal del ejercicio público? La cuestión, planteada de esa manera, solo puede resolverse con la formación profesional, cívica y laica (o sea, ética profesional), que no niega las creencias de cada quién sino que las enmarca en una visión ética triple: por un lado las encuadra en un marco constitucional y las leyes sustantivas que obligan al funcionario a proceder protocolariamente, en una visión del pluralismo y respeto, y tercero, poniendo las creencias (desde sus valores) al servicio público honrado, eficiente y transparente.

 

UNA PALABRA SOBRE LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS EN ARGENTINA.

 Paula Seiguer (2015) nos informa sobre el temprano origen de las iglesias protestantes en Argentina y su capacidad, como grupo minoritarios, de inserción nacional[10]. Hilario Wynarczyk (Pérez, Grundberger. 2018. 112) divide al sector protestante en Argentina en dos grandes grupos: los Históricos liberacionistas y los Bíblicos Conservadores. Las primeras con presencia desde 1810, las cuales en las últimas décadas se reconocen por su interese ecuménico, liberacionista y vinculadas a centros de Derechos Humanos y con centros progresistas de formación como ISEDET[11]. Los segundos están vinculados a las misiones evangélicas de la Reforma Radical[12] y otro sector a las misiones pentecostales de Estados Unidos de inicios del XX[13]. Mayor presencia obtuvieron los evangélicos en la sociedad hasta la llegada de la democracia en 1983, posterior a la dictadura. Pero ¿Cuáles fueron los tipos de relaciones de estas iglesias en tiempo de la dictadura?, y posteriormente con la inserción en espacios públicos y construcción de propuestas de partidos políticos, ¿cuáles han sido los tipos de relaciones con la esfera política?, ¿cuál ha sido la contribución de estas iglesias en la construcción del habitus y la identidad nacional en los Argentinos? Hasta ahora no he encontrado un estudio sobre la última pregunta planteada.

  Los grupos religiosos evangélicos que aparecen en el escenario social en las primeras décadas del siglo XIX, cuando la sociedad colonial ya había decidido el habitu e identidades y posteriormente cuando los criollos toman el poder, estas iglesias siguen siendo grupos minoritarios y restringidos por ley y por ethos católico. De esa manera, la incidencia debía ser muy pequeña. Es con el crecimiento pentecostal y neopentecostal desde las décadas de los años 70 y 80 hasta la fecha y su proceso de involucramiento en la esfera pública de manera organizada e intencionada que de futuro podríamos tener mayor claridad de los efectos de la conversión personal en la conversión social, de un habitus colonial-católico a un habitus posmoderno-neopentecostal.

 

 RECONQUISTA Y NACIONALISMO CATÓLICO EN ARGENTINA DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX.

 El catolicismo del Vaticano I (1869) y la romanización del catolicismo latinoamericano alcanzó consolidarse en sus relaciones con los Estados Latinoamericanos. Como muestra el caso argentino, en palabras de Fortunato Mallimaci (2014. 203): La bandera argentina y del Estado del Vaticano forman parte de la iconografía religiosa de todos los templos católicos en todo el territorio argentino. El Padre de la Patria (el General San Martín) es venerado en la Catedral de la ciudad de Buenos Aires (Madre de la Patria) desde 1880. Un capellán tiene presencia en la Casa Rosada de Argentina; hay una capilla mixta con días prefijados de culto en el Palacio de la Moneda en Chile y las imágenes marianas flanquean las entradas a la Residencia Presidencial de Olivos en Argentina. La Constitución Nacional de la Argentina –desde su promulgación en 1853 hasta hoy en su Artículo 2– afirma que el “El gobierno federal sostiene al culto católico romano” y hasta 1994 exigía que su presidente fuera católico.

 En Argentina se destacan tres aspectos importantes a la hora de entender la relación, gradual pero constante, entre religión y política. Aldo Rubén Ameigeiras (2014. 184) nos las presenta de la siguiente manera: La construcción de la Basílica de Luján entre 1887 y 1935, conformando el lugar central de la devoción mariana de mayor envergadura en el país, la construcción del monumento al Cristo de los Andes en la frontera con Chile[14], en 1904, señalando la necesidad de fraternidad entre las dos naciones y la realización del XXXIV Congreso Eucarístico Nacional llamado a constituirse en un punto de referencia insoslayable en el crecimiento de la Iglesia católica en la Argentina[15]. En los años de 1920 Argentina transita de un nacionalismo cultural a un “nacionalismo católico” y es allí donde surge una férrea y sostenida argumentación que comienza a unir estrechamente ambas nociones sustentando la conformación de una concepción acerca de una “Argentina católica” transitando desde instancias que fundamentan la existencia de una “matriz común”, pasando por otras formas de compromiso político-religioso y religioso-político (Aldo Aimeigeiras. 2014. 181) Este proceso coincide con la “Acción Católica” como movimiento de reconquista de los espacio perdidos por la Iglesia. Todo este fenómeno socio religioso dará como resultado una alianza entre catolicismo y fuerzas armadas que determinará el presente y las futuras dictaduras en el país.

 En Argentina se da un proceso sumamente complejo en la reconquista católica de sus influencia en la esfera pública, en alianza con las Fuerzas Armadas de ese país, así nos lo presenta Fortunato Mallimaci (Ameigeiras. 2012. 166-167): Por un lado las FF.AA. y la Iglesia católica fueron logrando afinidades estrechas luego del golpe cívico militar de 1930 que da por finalizado un tipo de país, de imaginario, de estado, y de democracia restringida con fuertes resabios liberales, conservadores y clasistas. Se consideraron como aristócratas de la salvación y como virtuosos no contaminados. Catolicismo que penetra el Estado y descubre que es a través de las FF.AA. que puede llegar al mismo y sin necesidad de crear partidos políticos. El golpe de 1943 es ya un golpe cívico militar católico como lo serán todos los demás hasta el último de 1976. La débil legitimidad de origen de los golpes de las FF.AA. es compensada por el apoyo institucional católico para lograr legitimidad en el ejercicio. Las afinidades electivas se acrecentaran con el correr de los años.

 En tiempo del peronismo (primer periodo 1945-1955) se da la disputa por el espacio simbólico público entre Peronismo y catolicismo. Fortunato Mallimaci (2012. 168) nos explica que: A fines de 1954 y luego en 1955 vemos cómo la violencia expiatoria y lo sagrado comienzan a articularse en otras formas. En nombre de una causa sagrada –el peronismo–, algunos queman y destruyen templos católicos; en nombre de otra causa sagrada –el Dios de los católicos–, miembros de las FF.AA. atacan la casa de gobierno y la Plaza de Mayo en la ciudad de Buenos Aires con aviones que tienen pintadas en sus alas una cruz dentro de la V de la victoria.  Como forma de sellar la alianza religiosa-militar se utiliza la imagen de algunas advocaciones marianas: Son los casos en la Argentina de la Virgen del Carmen y la Virgen Stella Maris, nombradas una Generala y la otra Almiranta[16].

 

 RELIGIÓN Y DICTADURA EN ARGENTINA DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX.

 Mientras tanto en Argentina, se viven las horas más oscuras con la dictadura de Rafael Videla (1976-1983) que significó una maquinaria de exterminio –secuestro, interrogatorio bajo tormentos, clandestinidad e ilegitimidad de la privación de libertad y, en muchos casos, eliminación de las víctimas–, fue sustancialmente idéntico en todo el territorio de la Nación y prolongado en el tiempo. Fue resultado de las alianzas entre el “nacionalismo católico integrista” y las Fuerzas Armadas, que desde la primera mitad del siglo XX se viene fortaleciendo.

 Fortunato Mallimaci (Ameigeiras. 2012. 174 ss) investiga los lazos entre la cruel dictadura y el beneplácito de la institución católica: hubo circuitos católicos que colaboraron activamente con el aval y la ingeniería del terrorismo de estado y hubo otras redes del catolicismo sensibles a la represión militar que se sumaron a la denuncia de la violación de los DD.HH. 

 Mallimaci plantea que hubo interacción y horizontalidad entre las FF.AA. y la institución católica entre 1976 y 1983 que supuso: legitimidades varias, diversas participaciones en conjunto y división de tareas. Aún, se llevó a cabo una sistemática tarea de “extirpación” de toda disidencia dentro de la iglesia católica: La autoridad eclesial hacía suya la “lucha contra la subversión” tanto al interior del campo católico como en el resto de la sociedad en términos de “cruzada católica –militar”. Los testimonios que se conocieron en los “Juicios por la Verdad”, en los actuales Juicios por crímenes de lesa humanidad y en libros y artículos recientes muestran que en los campos de concentración había actividad religiosa, en especial católica. (Ameigeiras. 2012. 177)

 La institución católica legitimaba teológica y “nacionalistamente” las muertes y torturas de los disidentes, en un resumen del trabajo de Fortunato Mallimaci (Ameigeiras. 2012. 179-181) sintetizo la relación entre religión y política en la Argentina de Videla: La legitimación religiosa, católica y sagrada a estos exterminios quitaba culpa a los ejecutores, aliviaba la carga de responsabilidad al matar, presentaba a esa violencia como expiatoria para expurgar los males de la sociedad. El asesinato masivo de “subversivos” no sólo agradaba a Dios sino que abría las puertas del cielo... se torturaba y mataba mientras las víctimas –aparecen numerosos testimonios en los juicios– eran obligadas a rezar oraciones cristianas. El secuestro de mujeres embarazadas, hacerlas parir en campos de concentración, asesinarlas y dar sus bebes como botín de guerra a familias “sanas, patriotas y católicas” se vincula con la concepción anterior y está siendo investigada en los actuales juicios por “apropiación ilegítima de bebés”. Las familias “contaminadas por la subversión” parían hijos “sanos” y por ende podían ser recuperados.

 De igual manera que a los católicos disidentes, a los protestantes igualmente disidentes se les persiguió, obligando a cerrar instituciones. En el portal Protestante Digital (23/03/12) nos informa: Algunas iglesias federadas en la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE), fundada en 1939 y que nuclea en mayor medida a las iglesias protestantes históricas (Iglesia Metodista, Iglesia Reformada, varias iglesias luteranas, Iglesia Valdense, Iglesia de los Discípulos de Cristo, Iglesia Presbiteriana y varias iglesias pentecostales), tuvieron una participación crítica activa en oposición a la dictadura y su secuela de violación a los derechos humanos. A ellas se sumó la Iglesia Anglicana –que no es miembro de la FAIE-, y a comienzos de 1978 fundan el Consejo Consultivo de Iglesias (COCO). Este organismo, con gran capacidad de reacción y agilidad en momentos en que se lo requería, fue un instrumento muy útil para mostrar presencia institucional y posibilitar la denuncia de situaciones extremas. 

 En el mismo portal (Protestante Digital. 23/03/12) se devela que ciertos sectores evangélicos apoyaron la dictadura de Rafael Videla: amplios sectores de la membresía de clase media -dominante en todo el protestantismo argentino con excepción del pentecostalismo- e incluso dirigencia de iglesias pentecostales asumen su apoyo de clase a la dictadura militar”. Indagando en el motivo de tal actitud, el teólogo expresa que fueron seducidos por la apelación al orden y el trabajo, la propaganda anticomunista, la proclamada defensa de la cristiandad frente a las fuerzas disolventes del “marxismo”, la eliminación de la “violencia subversiva” y la promesa de seguridad. También señala que incluso en ese momento trágico de la historia argentina “no faltan evangélicos que denuncian a sus hermanos “subversivos”.

  

EVANGÉLICOS Y PODER EN ARGENTINA POS90s.

 La investigación de Pérez y Grundberger (2018) nos informa que Argentina es un país con 44 millones de habitantes: el 70% se definen como católicos; y entre el 12 y el 15%, como evangélicos, la mayoría de ellos de línea pentecostal y con un 60% de asistencia a sus iglesias.

 La efectividad de la participación política de evangélicos, mayoritariamente neopentecostales, no ha sido nada halagüeña.  Según Hilario Wynarczyk en el lapso, de 2003 a 2009, de 9 candidatos pentecostales ninguno obtuvo un cargo. De 5 evangelicales, y luego de varios fracasos, 3 consiguieron cargos. Después, entre julio y agosto del 2011 hubo alrededor de un centenar de candidatos de extracción evangélica, participando en varios partidos, y unas 10 de estas personas consiguieron cargos, en general cargos de menor relevancia.

Aunque electoralmente los partidos políticos evangélicos no han tenido gran resonancia (entre otras cosas por el abordaje que le dan muchos medios de comunicación tildándolas de “sectas”), en lo que respecta a la incidencia en la percepción social respecto a temas polémicos como el del aborto, si ha impactado grandemente. En el 2018 la sociedad argentina estaba pendiente de la discusión parlamentario de un proyecto de ley que legalizaría la interrupción voluntaria del embarazo. Esto provocó que las iglesias evangélicas conservadoras movilizarán todos sus recursos contra esta iniciativa de ley, logrando  generar un sentimiento general de oposición al proyecto de legalización del aborto, como nos comenta Pablo Semán (Torre y Semán. 2021. 237): La capacidad de la Iglesia católica para representar esa oposición estaba minimizada tanto por las tensiones internas acerca de la validez y la prioridad del rechazo a la ley como por ilegitimidad del catolicismo para intervenir con autoridad moral socialmente reconocida luego de los escándalos por abusos sexuales ampliamente denunciados en el último lustro. Desde el punto de vista de los líderes evangélicos que impulsaron esta movilización, se había logrado “catalizar” una reacción y su orgullo era ser el factor aglutinante de esa reacción, en la que el conjunto del cristianismo, y no solo los evangélicos, respondían a las amenazas a la vida del “niño por nacer”. Hasta cierto punto los lideres evangélicos consideraban acreditado a su favor el “control de la calle” mientras los católicos, en virtud de los resultados de su historia de penetración de las estructuras políticas, aseguraban la presión en los niveles institucionales sin aparecer en el espacio público de manera central.

 En Argentina se provocan alianzas entre sectores religiosos y políticos conservadores, y hasta fundamentalistas e integristas, para detener las amenazas de la Agenda Progresista, dando lugar a un fenómeno cada vez más generalizado en América Latina: la distención ideológica en la izquierda, que calcula necesitar a estos grupos religiosos para alcanzar o sostenerse en el poder, tal como hemos señalado en el caso de Brasil y de Nicaragua. Pablo Semán (Torre y Semán. 2021. 239-240) nos lo confirma: En el año 2018, se dieron dos procesos de significación contradictoria para esta relación entre sensibilidad peronista y sensibilidad evangélica: la distensión ideológica para que se integraran diversos grupos, entre ellos los evangélicos; y la desradicalización de la agenda de género, en el caso de la expresidenta Cristina Fernández en un encuentro de CLACSO 2018.

Estas Alianzas, antes impensables, de religiosos y partidos políticos, se entiende dentro de las estrategias de conquista del poder político como mandato divino dentro de grupos neopentecostales para “santificar la política” y establecer una teocracia bíblica” ante la avanzada de la agenda progresistas, a costa de “utilizar” (quién usa a quién) al mundo (los espacios políticos) para vencer al mismo mundo. Los partidos políticos evangélicos han ido ganado “visión pragmática” en sus estrategias políticas, lo que les ha llevado a:

1.      Creciente transfuguismo político.

2.      Establecer alianzas con políticos socialmente vistos como corruptos, o moralmente incompetentes, y hasta con la institución católica para alcanzar sus objetivos. En este sentido, reflexiona Pablo Semán: estos nuevos diputados complementan sus identidades política y religiosa: se definen evangélicos dentro del partido de derecha, negociando dentro del partido las diferencias, y considerando que el proyecto político defenderá la posición provida. Es un caso clarísimo de retroalimentación entre el giro a la derecha y el comportamiento político de una parte de los evangélicos.

3.      Repensar su teología y moral, que ya no puede ser puramente transmundana sino que debe permitirles su accionar político. De ahí la teología del dominio.

4.      Atacar virulentamente a otros sectores político-evangélicos con tal de prevalecer.

 


[1] Luego de los procesos de independencia liderados por las elites criollas, los nacientes Estados latinoamericanos atravesaron un largo y dificultoso camino para lograr la “consolidación nacional”. En Argentina ello estuvo marcado por una multiplicidad de factores: el intento de mantener la misma extensión territorial del Virreinato del Rio de la Plata y los consecuentes enfrentamientos que ello generaba; la existencia de proyectos nacionales divergentes expresado en el largo enfrentamiento entre unitarios y federales; las batallas libradas contra los pueblos indígenas que constituían una “frontera interior” dentro del territorio; la presencia del colonialismo español e inglés, etc. Pese a la heterogeneidad de factores que atravesaron el proceso de creación del Estado, interesa hacer hincapié en dos aspectos que mantienen continuidad durante la historia argentina y que repercuten especialmente en los pueblos indígenas. Uno es la conexión que existe entre la consolidación del Estado y el proceso de homogeneización cultural de la población que habitaba el territorio del país. El otro, la idea de forjar y consolidar la “Nación argentina” se presenta como un proyecto indispensable para afianzar las instituciones estatales y lograr “la paz interior”. (Florencia Brisuela. s/f. https://desde-elmargen.net/la-formacion-del-estado-argentino-la-nacion-como-proyecto-homogeneizador/#:~:text=El%20periodo%20de%20formaci%C3%B3n%20del,hacia%20finales%20del%20siglo%20XIX.&text=El%20cumplimiento%20de%20ambos%20objetivos,para%20forjar%20el%20Estado%20nacional.)

[2] Una característica del liberalismo argentino decimonónico fue la de asociar la construcción de la nación con la idea de civilización de los habitantes del vasto “desierto argentino” más que con el desmantelamiento de las estructuras políticas y las instituciones eclesiásticas coloniales. Es decir, para los liberales argentinos construir la nación era civilizar, y civilizar era difundir el cristianismo, definido como religión de las naciones cultas. De allí que, en lugar de crear la nación, el Estado y el mercado en oposición a las pretensiones eclesiásticas, los liberales argentinos hayan construido a la vez – y en forma interrelacionada– el Estado y la Iglesia nacionales. (Di Stefano. 2020. 59-60)

[3] Es interesante destacar que la construcción del Monumento del Cristo de los Andes surge en el marco de fuertes tensiones que llevaron al borde de la guerra a los dos países y luego de la firma de un Tratado de Paz entre ambas naciones. El Cristo tendía a establecer y consolidar desde una perspectiva simbólica-religiosa el compromiso jurídico y político establecido por los gobiernos de Chile y Argentina alejándose de todo emprendimiento bélico. Las palabras pronunciadas por el Obispo de Ancud, Monseñor Jara, en presencia del Obispo de Cuyo Mons. Benavente resultan altamente elocuentes: “Se desplomarán primero estas montañas antes que Argentina y Chile rompan la paz jurada a los pies del Cristo redentor...”  (Mallimaci. 2014. 184)

[4] Trata sobre  sobre la restauración del orden social y su perfeccionamiento en conformidad con la ley evangelizadora y está dirigida a los Obispossacerdotes y fieles católicos. Es una ratificación de la Rerum Novarum.

[5] En el plano historiográfico, ese proyecto tuvo su reflejo en la elaboración de un relato católico de la historia argentina que fue concebido, ahora sí, como alternativa a la historia liberal. Ya no se trataba de exigir reconocimiento y gratitud para el clero de 1810 por su influencia decisiva en la emancipación, sino de demostrar el carácter católico de las doctrinas que habían servido de fundamento al movimiento independentista. (Di Stefano. 2020. 73)

[6] El Gobierno de facto que rigió el país entre 1943 y 1946 incorporó a numerosos cuadros católicos a la administración estatal y devolvió la enseñanza de la religión a las escuelas públicas de los territorios de jurisdicción federal, medida que los católicos no habían dejado de reivindicar desde la promulgación de la Ley de educación común de 1884.  (Di Stefano. 2020. 71)

[7] Comportaba afirmar que para la gran mayoría de los revolucionarios de 1810 “el dogma religioso era el faro –exceptuando quizás al ‘neurótico’ de Mariano Moreno–” y que “escolásticos fueron todos los hombres de Mayo”. Furlong, posteriormente, vinculó a los jesuitas y a los guaraníes en las luchas por la emancipación, convirtiendo así a “los padres de la Compañía [en] padres tutelares de la nación”55. Desde esa perspectiva, la revolución de independencia se había dado en el interior de la cultura hispana y había comportado una mera “escisión del Reino de Indias” (Di Stefano. 2020. 74)

[8] A fines de 1954 y luego en 1955 vemos cómo la violencia expiatoria y lo sagrado comienzan a articularse en otras formas. En nombre de una causa sagrada –el peronismo– algunos queman y destruyen templos católicos; en nombre de otra causa sagrada –el Dios de los católicos–, miembros de las FF.AA. atacan la casa de gobierno y la Plaza de Mayo en la ciudad de Buenos Aires con aviones que tienen pintadas en sus alas una cruz dentro de la V de la victoria. (Mallimaci. 2012. 168)

[9] En el caso de las Fuerzas Armadas Ameigeiras (2014. 177) nos informa: Así, José de San Martín en la Campaña Libertadora de los Andes nombra a la Virgen del Carmen como Patrona del Ejército de los Andes a la vez que O’Higgins lo hará también otorgándole el carácter de Patrona y Generala de las armas chilenas. En otros términos, dicho patronazgo aparece como un elemento común en muchas naciones americanas, como es el caso de la Virgen de Luján, Patrona de la Argentina, o la Virgen de Guadalupe, Patrona de México y de América o la Virgen de Chiquinquirá, Patrona de Colombia o la de Coromoto, Patrona de Venezuela. De esta manera se ha constituido en un hecho sumamente común encontrarla ocupando un lugar preferencial en ámbitos policiales o militares, siendo nombrada como Coronel, Generala o Almirante. Son los casos en la Argentina de la Virgen del Carmen y la Virgen Stella Maris, nombradas una Generala y la otra Almirante11 o el caso de la Virgen de Loreto, nombrada como Patrona de la aviación (28-11-1933) por las respectivas Fuerzas Armadas o la Virgen de Copacabana en Perú y Bolivia en donde en el primer caso no solo fue proclamada como Reina de la Nación (1925) sino también como Patrona y Generala por la Policía Nacional del Perú y, en el segundo, proclamada como Almirante de la Fuerza Naval Boliviana.

[10] Durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, comunidades inmigrantes organizaron sus iglesias en ámbitos rurales (estableciendo tanto colonias homogéneas en materia religiosa como asociaciones en ámbitos de poblamiento más dispar y/o menos concentrado) en todo el litoral atlántico, sin olvidar al Chubut, donde se instalaron los galeses desde 1865 y la comunidad boer a partir 1902; y a La Pampa, que recibió colonos valdenses desde 1901. También se organizaron muy tempranamente en zonas urbanas, particularmente en Buenos Aires, desde donde muchos pastores viajaron hacia el interior para servir a sus correligionarios, y donde florecieron algunas de las más grandes e influyentes de las iglesias del protestantismo histórico que buscaban construirse como refugios étnicos: presbiterianos desde 1829, luteranos desde 1843, anglicanos desde 1825. Pero además, se fundaron misiones que se ocuparon tanto de los indígenas del norte y sur argentinos, como de los inmigrantes recientes de orígenes muy variados que se hacinaban en los barrios de Buenos Aires, o Rosario, e incluso de renovar la vida religiosa de los colonos de aquellas fundaciones protestantes previas. Anglicanos, metodistas, bautistas, Discípulos de Cristo, menonitas, adventistas, pentecostales, fueron algunos de los que se dedicaron a hacer conversos entre poblaciones que en general no tenían al protestantismo como parte de su repertorio cultural previo.

[11] Su pre­sencia comienza tras la Independencia procesada entre 1810 y 1816, cuando desde 1825 llegaron iglesias descendientes del cisma anglicano, la Reforma de Lutero y Calvino, favorecidas (Villalpando, 1970, p. 15) por la firma, el 2 de febrero, del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y las Provincias Unidas del Río de la Plata. Estas iglesias llegaron asistiendo a los funcionarios de Estado y negocios de sus países de origen, de modo que a ellas se refiere Villalpando (1970) como “igle­sias de los residentes”. ((Pérez, Grundberger. 2018. 112)

[12] El primero es el sector evangelical. Las evangelicales llegaron como iglesias misioneras desde la segunda mitad del siglo XIX. Descienden de la Reforma radical, que trató de profundizar las propuestas de la Reforma luterana, con el consiguiente mayor alejamiento de las creencias y rituales del catolicismo. Sus iglesias más importantes en Argentina son la Bautista, de los Hermanos Libres y Menonita15. Los evangelicales colocan su énfasis en la conversión interior de las personas por medio de un encuentro personal con Jesucristo. (Pérez, Grundberger. 2018. 114)

[13] Estas iglesias aparecieron en la Argentina ya en los albores del siglo XX y poco después de su origen en los Estados Unidos, de la mano de personas que habían tenido una expe­riencia carismática17. Posteriormente los pentecostales se vincularon con las misiones. De tal manera surgió la iglesia de pentecostales italianos de la Isla Maciel, frente a la ciudad de Buenos Aires, en el Riachuelo, como anexo de las Asambleas de Dios Suecas, con un templo hoy situado en avenida Alberdi 2260, Buenos Aires18. Los principales ejemplos de aquel ciclo de difusión del pentecostalismo son la Unión de las Asambleas de Dios, las Asambleas de Dios y la Iglesia de Dios. (Pérez, Grundberger. 2018. 115)

[14] Es interesante destacar que la construcción del Monumento del Cristo de los Andes surge en el marco de fuertes tensiones que llevaron al borde de la guerra a los dos países y luego de la firma de un Tratado de Paz entre ambas naciones. El Cristo tendía a establecer y consolidar desde una perspectiva simbólica-religiosa el compromiso jurídico y político establecido por los gobiernos de Chile y Argentina alejándose de todo emprendimiento bélico. Las palabras pronunciadas por el Obispo de Ancud, Monseñor Jara, en presencia del Obispo de Cuyo Mons. Benavente resultan altamente elocuentes: “Se desplomarán primero estas montañas antes que Argentina y Chile rompan la paz jurada a los pies del Cristo redentor...”  (Ameigeiras. 2014. 184)

[15] La realización en Buenos Aires del Congreso Eucarístico de 1934 ante el avance “liberal” y “laicista” en el conjunto de la sociedad, focalizada en un sentimiento cultivado e incrementado en los últimos tiempos profundizando el énfasis tanto de la creencia en Dios como de la pertenencia a la patria y que encontraba en la eucaristía un punto de encuentro personal y colectivo irremplazable. (Ameigeiras. 2014. 185) La comunión de más de 1.200.000 personas en un solo día del Congreso, da cuenta inequívoca de lo señalado.

[16] José de San Martín en la Campaña Libertadora de los Andes nombra a la Virgen del Carmen como Patrona del Ejército de los Andes a la vez que O’Higgins lo hará también otorgándole el carácter de Patrona y Generala de las armas chilenas. En otros términos, dicho patronazgo aparece como un elemento común en muchas naciones americanas, como es el caso de la Virgen de Luján, Patrona de la Argentina, o la Virgen de Guadalupe, Patrona de México y de América o la Virgen de Chiquinquirá, Patrona de Colombia o la de Coromoto, Patrona de Venezuela. El caso de la Virgen de Loreto, nombrada como Patrona de la aviación (28-11-1933) por las respectivas Fuerzas Armadas o la Virgen de Copacabana en Perú y Bolivia en donde en el primer caso no solo fue proclamada como Reina de la Nación (1925) sino también como Patrona y Generala por la Policía Nacional del Perú y, en el segundo, proclamada como Almirante de la Fuerza Naval Boliviana. (Aimeigeiras. 2014. P, 177)


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