ACERCAMIENTO A LAS RELACIONES ENTRE RELIGIÓN Y POLÍTICA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LAS IDENTIDADES EN ARGENTINA.
El periodo de
formación del Estado argentino inicia en 1810, luego de la Revolución de Mayo,
y se consolida en 1853 con la sanción de la Constitución Nacional y se afianza
hacia finales del siglo XIX.
La construcción
de la Basílica de Luján entre 1887 y 1935, conformando el lugar central de la
devoción mariana de mayor envergadura en el país, la construcción del monumento
al Cristo de los Andes en la frontera con Chile[3] en
1904 (Aimeigeiras. 2014. 184) Por otro, lado Fortunato Mallimaci (Aimeigeiras.
2014. 203) nos informa que: La bandera argentina y del Estado del Vaticano
forman parte de la iconografía religiosa de todos los templos católicos en todo
el territorio argentino. El Padre de la Patria (el General San Martín) es
venerado en la Catedral de la ciudad de Buenos Aires (Madre de la Patria) desde
1880. Un capellán tiene presencia en la Casa Rosada de Argentina; hay una
capilla mixta con días prefijados de culto en el Palacio de la Moneda en Chile
y las imágenes marianas flanquean las entradas a la Residencia Presidencial de
Olivos en Argentina. La Constitución Nacional de la Argentina –desde su
promulgación en 1853 hasta hoy en su Artículo 2– afirma que el “El gobierno
federal sostiene al culto católico romano” y hasta 1994 exigía que su
presidente fuera católico.
Ahora, es
sumamente interesante revelar la trabazón entre la simbólica patriótica militar
con la simbólica religiosa católica en América Latina, en el caso de Argentina
de 1930 fecha en que La defensa de la cristiandad ya constituía en esta
perspectiva una cuestión de “seguridad nacional” y concernía en cuanto tal a la
profesión militar” (Ameigeiras. 2014. 182-183) En ese sentido se dio, en
palabras de Mallimaci (Ameigeiras. 2012. 166) una lenta pero persistente
catolización, militarización y nacionalización del estado, la sociedad
política, la sociedad civil y el conjunto de la sociedad argentina. Proceso que
se fue “naturalizando” y por ende legitimando en el largo plazo. Por un lado,
las FF.AA. y la Iglesia católica fueron logrando afinidades estrechas luego del
golpe cívico militar de 1930 que da por finalizado un tipo de país, de
imaginario, de estado, y de democracia restringida con fuertes resabios
liberales, conservadores y clasistas. El catolicismo penetra el Estado y
descubre que es a través de las FF.AA. que puede llegar al mismo y sin
necesidad de crear partidos políticos. El golpe de 1943[8] es
ya un golpe cívico militar católico como lo serán todos los demás hasta el último
de 1976. (Mallimaci. 2012.167)
UNA PALABRA
SOBRE LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS EN ARGENTINA.
Paula Seiguer (2015) nos informa sobre el temprano origen de las iglesias protestantes en Argentina y su capacidad, como grupo minoritarios, de inserción nacional[10]. Hilario Wynarczyk (Pérez, Grundberger. 2018. 112) divide al sector protestante en Argentina en dos grandes grupos: los Históricos liberacionistas y los Bíblicos Conservadores. Las primeras con presencia desde 1810, las cuales en las últimas décadas se reconocen por su interese ecuménico, liberacionista y vinculadas a centros de Derechos Humanos y con centros progresistas de formación como ISEDET[11]. Los segundos están vinculados a las misiones evangélicas de la Reforma Radical[12] y otro sector a las misiones pentecostales de Estados Unidos de inicios del XX[13]. Mayor presencia obtuvieron los evangélicos en la sociedad hasta la llegada de la democracia en 1983, posterior a la dictadura. Pero ¿Cuáles fueron los tipos de relaciones de estas iglesias en tiempo de la dictadura?, y posteriormente con la inserción en espacios públicos y construcción de propuestas de partidos políticos, ¿cuáles han sido los tipos de relaciones con la esfera política?, ¿cuál ha sido la contribución de estas iglesias en la construcción del habitus y la identidad nacional en los Argentinos? Hasta ahora no he encontrado un estudio sobre la última pregunta planteada.
EVANGÉLICOS Y
PODER EN ARGENTINA POS90s.
Aunque
electoralmente los partidos políticos evangélicos no han tenido gran resonancia
(entre otras cosas por el abordaje que le dan muchos medios de comunicación
tildándolas de “sectas”), en lo que respecta a la incidencia en la percepción
social respecto a temas polémicos como el del aborto, si ha impactado
grandemente. En el 2018 la sociedad argentina estaba pendiente de la discusión
parlamentario de un proyecto de ley que legalizaría la interrupción voluntaria
del embarazo. Esto provocó que las iglesias evangélicas conservadoras
movilizarán todos sus recursos contra esta iniciativa de ley, logrando generar un sentimiento general de oposición al
proyecto de legalización del aborto, como nos comenta Pablo Semán (Torre y
Semán. 2021. 237): La capacidad de la Iglesia católica para representar esa oposición
estaba minimizada tanto por las tensiones internas acerca de la validez y la
prioridad del rechazo a la ley como por ilegitimidad del catolicismo para
intervenir con autoridad moral socialmente reconocida luego de los escándalos
por abusos sexuales ampliamente denunciados en el último lustro. Desde el punto
de vista de los líderes evangélicos que impulsaron esta movilización, se había
logrado “catalizar” una reacción y su orgullo era ser el factor aglutinante de
esa reacción, en la que el conjunto del cristianismo, y no solo los evangélicos,
respondían a las amenazas a la vida del “niño por nacer”. Hasta cierto punto
los lideres evangélicos consideraban acreditado a su favor el “control de la
calle” mientras los católicos, en virtud de los resultados de su historia de penetración
de las estructuras políticas, aseguraban la presión en los niveles institucionales
sin aparecer en el espacio público de manera central.
Estas
Alianzas, antes impensables, de religiosos y partidos políticos, se entiende dentro
de las estrategias de conquista del poder político como mandato divino dentro
de grupos neopentecostales para “santificar la política” y establecer una
teocracia bíblica” ante la avanzada de la agenda progresistas, a costa de
“utilizar” (quién usa a quién) al mundo (los espacios políticos) para vencer al
mismo mundo. Los partidos políticos evangélicos han ido ganado “visión
pragmática” en sus estrategias políticas, lo que les ha llevado a:
1. Creciente
transfuguismo político.
2. Establecer
alianzas con políticos socialmente vistos como corruptos, o moralmente
incompetentes, y hasta con la institución católica para alcanzar sus objetivos. En este
sentido, reflexiona Pablo Semán: estos nuevos diputados complementan sus
identidades política y religiosa: se definen evangélicos dentro del partido de
derecha, negociando dentro del partido las diferencias, y considerando que el
proyecto político defenderá la posición provida. Es un caso clarísimo de
retroalimentación entre el giro a la derecha y el comportamiento político de
una parte de los evangélicos.
3.
Repensar su teología y moral, que ya no puede ser puramente
transmundana sino que debe permitirles su accionar político. De ahí la teología
del dominio.
4.
Atacar virulentamente a otros sectores político-evangélicos con
tal de prevalecer.
[1] Luego de los procesos de independencia liderados por las
elites criollas, los nacientes Estados latinoamericanos atravesaron un largo y
dificultoso camino para lograr la “consolidación nacional”. En Argentina ello
estuvo marcado por una multiplicidad de factores: el intento de mantener la
misma extensión territorial del Virreinato del Rio de la Plata y los
consecuentes enfrentamientos que ello generaba; la existencia de proyectos
nacionales divergentes expresado en el largo enfrentamiento entre unitarios y
federales; las batallas libradas contra los pueblos indígenas que constituían
una “frontera interior” dentro del territorio; la presencia del colonialismo
español e inglés, etc. Pese a la heterogeneidad de factores que atravesaron el
proceso de creación del Estado, interesa hacer hincapié en dos aspectos que
mantienen continuidad durante la historia argentina y que repercuten
especialmente en los pueblos indígenas. Uno es la conexión que existe entre la
consolidación del Estado y el proceso de homogeneización cultural de la
población que habitaba el territorio del país. El otro, la idea de forjar y
consolidar la “Nación argentina” se presenta como un proyecto indispensable
para afianzar las instituciones estatales y lograr “la paz interior”.
(Florencia Brisuela. s/f.
https://desde-elmargen.net/la-formacion-del-estado-argentino-la-nacion-como-proyecto-homogeneizador/#:~:text=El%20periodo%20de%20formaci%C3%B3n%20del,hacia%20finales%20del%20siglo%20XIX.&text=El%20cumplimiento%20de%20ambos%20objetivos,para%20forjar%20el%20Estado%20nacional.)
[2] Una
característica del liberalismo argentino decimonónico fue la de asociar la
construcción de la nación con la idea de civilización de los habitantes del
vasto “desierto argentino” más que con el desmantelamiento de las estructuras
políticas y las instituciones eclesiásticas coloniales. Es decir, para los
liberales argentinos construir la nación era civilizar, y civilizar era
difundir el cristianismo, definido como religión de las naciones cultas. De
allí que, en lugar de crear la nación, el Estado y el mercado en oposición a
las pretensiones eclesiásticas, los liberales argentinos hayan construido a la
vez – y en forma interrelacionada– el Estado y la Iglesia nacionales. (Di
Stefano. 2020. 59-60)
[3]
Es interesante destacar que la construcción del Monumento del Cristo de los
Andes surge en el marco de fuertes tensiones que llevaron al borde de la guerra
a los dos países y luego de la firma de un Tratado de Paz entre ambas naciones.
El Cristo tendía a establecer y consolidar desde una perspectiva
simbólica-religiosa el compromiso jurídico y político establecido por los
gobiernos de Chile y Argentina alejándose de todo emprendimiento bélico. Las
palabras pronunciadas por el Obispo de Ancud, Monseñor Jara, en presencia del
Obispo de Cuyo Mons. Benavente resultan altamente elocuentes: “Se desplomarán
primero estas montañas antes que Argentina y Chile rompan la paz jurada a los
pies del Cristo redentor...” (Mallimaci.
2014. 184)
[4] Trata sobre sobre
la restauración del orden social y su perfeccionamiento en conformidad con la
ley evangelizadora y está dirigida a los Obispos, sacerdotes y
fieles católicos. Es una ratificación
de la Rerum Novarum.
[5] En el
plano historiográfico, ese proyecto tuvo su reflejo en la elaboración de un
relato católico de la historia argentina que fue concebido, ahora sí, como
alternativa a la historia liberal. Ya no se trataba de exigir
reconocimiento y gratitud para el clero de 1810 por su influencia decisiva en
la emancipación, sino de demostrar el carácter católico de las doctrinas que
habían servido de fundamento al movimiento independentista. (Di Stefano. 2020.
73)
[6]
El Gobierno de facto que rigió el país entre 1943 y 1946 incorporó a numerosos
cuadros católicos a la administración estatal y devolvió la enseñanza de la
religión a las escuelas públicas de los territorios de jurisdicción federal,
medida que los católicos no habían dejado de reivindicar desde la promulgación
de la Ley de educación común de 1884.
(Di Stefano. 2020. 71)
[7]
Comportaba afirmar que para la gran mayoría de los revolucionarios de 1810 “el
dogma religioso era el faro –exceptuando quizás al ‘neurótico’ de Mariano
Moreno–” y que “escolásticos fueron todos los hombres de Mayo”. Furlong,
posteriormente, vinculó a los jesuitas y a los guaraníes en las luchas por la
emancipación, convirtiendo así a “los padres de la Compañía [en] padres
tutelares de la nación”55. Desde esa perspectiva, la revolución de independencia
se había dado en el interior de la cultura hispana y había comportado una mera
“escisión del Reino de Indias” (Di Stefano. 2020. 74)
[8] A fines
de 1954 y luego en 1955 vemos cómo la violencia expiatoria y lo sagrado
comienzan a articularse en otras formas. En nombre de una causa sagrada –el
peronismo– algunos queman y destruyen templos católicos; en nombre de otra
causa sagrada –el Dios de los católicos–, miembros de las FF.AA. atacan la casa
de gobierno y la Plaza de Mayo en la ciudad de Buenos Aires con aviones que
tienen pintadas en sus alas una cruz
dentro de la V de la victoria. (Mallimaci. 2012. 168)
[9]
En el caso de las Fuerzas
Armadas Ameigeiras (2014. 177) nos informa: Así, José de San
Martín en la Campaña Libertadora de los Andes nombra a la Virgen del Carmen
como Patrona del Ejército de los Andes a la vez que O’Higgins lo hará también
otorgándole el carácter de Patrona y Generala de las armas chilenas. En otros
términos, dicho patronazgo aparece como un elemento común en muchas naciones americanas,
como es el caso de la Virgen de Luján, Patrona de la Argentina, o la Virgen de
Guadalupe, Patrona de México y de América o la Virgen de Chiquinquirá, Patrona
de Colombia o la de Coromoto, Patrona de Venezuela. De esta manera se ha
constituido en un hecho sumamente común encontrarla ocupando un lugar
preferencial en ámbitos policiales o militares, siendo nombrada como Coronel,
Generala o Almirante. Son los casos en la Argentina de la Virgen del Carmen y
la Virgen Stella Maris, nombradas una Generala y la otra Almirante11 o el caso
de la Virgen de Loreto, nombrada como Patrona de la aviación (28-11-1933) por
las respectivas Fuerzas Armadas o la Virgen de Copacabana en Perú y Bolivia en
donde en el primer caso no solo fue proclamada como Reina de la Nación (1925)
sino también como Patrona y Generala por la Policía Nacional del Perú y, en el
segundo, proclamada como Almirante de la Fuerza Naval Boliviana.
[10] Durante
el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, comunidades inmigrantes
organizaron sus iglesias en ámbitos rurales (estableciendo tanto colonias
homogéneas en materia religiosa como asociaciones en ámbitos de poblamiento más
dispar y/o menos concentrado) en todo el litoral atlántico, sin olvidar al
Chubut, donde se instalaron los galeses desde 1865 y la comunidad boer a partir
1902; y a La Pampa, que recibió colonos valdenses desde 1901. También se
organizaron muy tempranamente en zonas urbanas, particularmente en Buenos
Aires, desde donde muchos pastores viajaron hacia el interior para servir a sus
correligionarios, y donde florecieron algunas de las más grandes e influyentes
de las iglesias del protestantismo histórico que buscaban construirse como
refugios étnicos: presbiterianos desde 1829, luteranos desde 1843, anglicanos
desde 1825. Pero además, se fundaron misiones que se ocuparon tanto de los
indígenas del norte y sur argentinos, como de los inmigrantes recientes de
orígenes muy variados que se hacinaban en los barrios de Buenos Aires, o
Rosario, e incluso de renovar la vida religiosa de los colonos de aquellas
fundaciones protestantes previas. Anglicanos, metodistas, bautistas, Discípulos
de Cristo, menonitas, adventistas, pentecostales, fueron algunos de los que se
dedicaron a hacer conversos entre poblaciones que en general no tenían al
protestantismo como parte de su repertorio cultural previo.
[11] Su presencia comienza tras la Independencia procesada
entre 1810 y 1816, cuando desde 1825 llegaron iglesias descendientes del cisma
anglicano, la Reforma de Lutero y Calvino, favorecidas (Villalpando, 1970, p.
15) por la firma, el 2 de febrero, del Tratado de Amistad, Comercio y
Navegación entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y las
Provincias Unidas del Río de la Plata. Estas iglesias llegaron asistiendo a los
funcionarios de Estado y negocios de sus países de origen, de modo que a ellas
se refiere Villalpando (1970) como “iglesias de los residentes”. ((Pérez,
Grundberger. 2018. 112)
[12] El primero es el sector evangelical. Las evangelicales
llegaron como iglesias misioneras desde la segunda mitad del siglo XIX.
Descienden de la Reforma radical, que trató de profundizar las propuestas de la
Reforma luterana, con el consiguiente mayor alejamiento de las creencias y
rituales del catolicismo. Sus iglesias más importantes en Argentina son la
Bautista, de los Hermanos Libres y Menonita15. Los evangelicales colocan su énfasis en la
conversión interior de las personas por medio de un encuentro personal con
Jesucristo. (Pérez, Grundberger. 2018. 114)
[13] Estas iglesias aparecieron en la Argentina ya en los
albores del siglo XX y poco después de su origen en los Estados Unidos, de la
mano de personas que habían tenido una experiencia carismática17. Posteriormente los pentecostales se vincularon
con las misiones. De tal manera surgió la iglesia de pentecostales italianos de
la Isla Maciel, frente a la ciudad de Buenos Aires, en el Riachuelo, como anexo
de las Asambleas de Dios Suecas, con un templo hoy situado en avenida Alberdi
2260, Buenos Aires18.
Los principales ejemplos de aquel ciclo de difusión del pentecostalismo son la
Unión de las Asambleas de Dios, las Asambleas de Dios y la Iglesia de Dios. (Pérez,
Grundberger. 2018. 115)
[14]
Es interesante destacar que la construcción del Monumento del Cristo de los
Andes surge en el marco de fuertes tensiones que llevaron al borde de la guerra
a los dos países y luego de la firma de un Tratado de Paz entre ambas naciones.
El Cristo tendía a establecer y consolidar desde una perspectiva
simbólica-religiosa el compromiso jurídico y político establecido por los
gobiernos de Chile y Argentina alejándose de todo emprendimiento bélico. Las
palabras pronunciadas por el Obispo de Ancud, Monseñor Jara, en presencia del
Obispo de Cuyo Mons. Benavente resultan altamente elocuentes: “Se desplomarán
primero estas montañas antes que Argentina y Chile rompan la paz jurada a los
pies del Cristo redentor...”
(Ameigeiras. 2014. 184)
[15]
La realización en Buenos Aires del Congreso Eucarístico de 1934 ante el avance
“liberal” y “laicista” en el conjunto de la sociedad, focalizada en un
sentimiento cultivado e incrementado en los últimos tiempos profundizando el
énfasis tanto de la creencia en Dios como de la pertenencia a la patria y que
encontraba en la eucaristía un punto de encuentro personal y colectivo irremplazable.
(Ameigeiras. 2014. 185) La comunión de más de 1.200.000 personas en un solo día
del Congreso, da cuenta inequívoca de lo señalado.
[16]
José de San Martín en la Campaña Libertadora de los Andes nombra a la Virgen
del Carmen como Patrona del Ejército de los Andes a la vez que O’Higgins lo
hará también otorgándole el carácter de Patrona y Generala de las armas
chilenas. En otros términos, dicho patronazgo aparece como un elemento común en
muchas naciones americanas, como es el caso de la Virgen de Luján, Patrona de
la Argentina, o la Virgen de Guadalupe, Patrona de México y de América o la
Virgen de Chiquinquirá, Patrona de Colombia o la de Coromoto, Patrona de
Venezuela. El caso de la Virgen de Loreto, nombrada como Patrona de la aviación
(28-11-1933) por las respectivas Fuerzas Armadas o la Virgen de Copacabana en
Perú y Bolivia en donde en el primer caso no solo fue proclamada como Reina de
la Nación (1925) sino también como Patrona y Generala por la Policía Nacional
del Perú y, en el segundo, proclamada como Almirante de la Fuerza Naval
Boliviana. (Aimeigeiras. 2014. P, 177)
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