NOTAS SOBRE LAS RELACIONES ENTRE RELIGIÓN Y POLÍTICA EN LA
CONSTRUCCIÓN DE LAS IDENTIDADES EN CHILE
La Constitución
Política del Estado de 1822 modificó el Reglamento de 1812 en el sentido
reclamado por las autoridades católicas. La de 1818, en su capítulo único del
título II sobre La Religión y el Estado, dice que “La religión Católica,
Apostólica y Romana es la única y exclusiva del Estado de Chile. Su protección,
pureza e inviolabilidad será uno de los primeros deberes de los jefes de la
sociedad, que no permitirán otro culto público ni doctrina contraria a la de
Jesucristo”. Y si las Constituciones de 1823, 1828, 1833. Ya en 1925 se separa
el Estado y la Iglesia y se ponen en “igualdad ante la ley” todas las
expresiones religiosas.
En 1909 se da la
experiencia pentecostal entre miembros de la Iglesia Metodista de Valparaíso y
Santiago, por incomprensiones no se les reconoce y tiene que salir de la
comunión Metodista fundando una Iglesia Metodista Pentecostal de Chile
(Álvarez. (Edit) 1992. Pentecostalismo y Liberación. 37-46)
La iglesia
pentecostal en Chile tuvo un temprano desarrollo, lo que explica su posición en
el entramado social chileno, que desde 1974 cuenta con una Catedral Evangélica
inaugurada por el dictador Augusto Pinochet, quien al año siguiente comienza
la tradición del llamado Te Deum Evangélico. Los acercamiento con el Dictador
no se hicieron esperar en el mismo año del golpe de estado al presidente electo
Salvador Allende, en el que el Consejo de Pastores emitió una declaración
titulada “La posición evangélica”, que señala que la intervención de la Fuerzas
Armadas en el proceso histórico de Chile “fue la respuesta de Dios a la oración
de todos los creyentes que ven en el marxismo las fuerzas satánicas de las
tinieblas en su máxima expresión”. (Pérez y Grundberger. 2018. 65)
Como ya mencionamos, se observó un creciente
acercamiento entre el conservadurismo evangélico3, los políticos de derecha con
espíritu católico como la Unión Democrática Independiente (udi) y el ala conservadora de la
Democracia Cristiana (dc), a base de una fuerte
agenda de valores tradicionales. Al igual que en la década de los 90, los
candidatos evangélicos establecieron alianzas con partidos de derecha como
Renovación Nacional y la udi, y consiguieron tres
escaños en el parlamento, donde formaron, siempre teniendo en mente la experiencia
brasileña, la llamada “bancada evangélica”. Tras la aprobación de la
despenalización de la Ley de Identidad de género (12 de septiembre del 2018),
dicho sector se declaró “profundamente descontento” por la agenda legislativa
del Ejecutivo, rechazando todos los cambios en la legislación en temas éticos.
De una manera semejante a la situación en Brasil, los evangélicos por primera
vez en la historia de Chile pueden obtener la posibilidad de “posponer los
cambios legislativos”, actuar a otro nivel de autoridad política e influir al
debate público nacional (Ramírez, 2019).
Hoy día (julio del 2020) la situación nacional es más compleja. El estallido
social del 18 de octubre del 2019 demostró que las divisiones y los conceptos
políticos antiguos no funcionan ni para la sociedad chilena en general, ni para
el análisis de los grupos religiosos en particular. Los términos “izquierda” y
“derecha” fueron ya insuficientes para explicar la envergadura de la crisis
transversal desatada en el país, la dimensión de desigualdades sociales y la
desinstitucionalización de todas las estructuras tradicionales: partidos
políticos, iglesias, sindicatos, parlamento. La esencia fundamental de la
explosión de octubre quedó expresada en una palabra poco usada por la ciencia política:
Dignidad. Un concepto que resultó ser excluido del sistema económico neoliberal
y que hizo volver las exigencias de justicia social.
Esto nos lleva a analizar otros cambios que tienen
lugar en el mundo evangélico chileno y que van más allá de la dicotomía
izquierda-derecha.
Ya hemos mencionado que una de las principales
transformaciones que han experimentado los evangélicos y pentecostales es el
aumento notorio de su nivel educativo. Si hace décadas en el pentecostalismo
chileno predominaba la aversión a la educación y la universidad fue denominada
“el demonio”, ahora los pastores envían a sus hijos a hacer estudios
universitarios y de postgrado en Chile y en el extranjero; 40% de los
estudiantes evangélicos son la primera generación de universitarios en sus
familias. Eso trae consecuencias importantes tanto para la vida interna de las
iglesias como para las formas a través de las cuales nuevas generaciones
evangélicas y pentecostales expresan su religiosidad.
La entrada a la universidad constituye un choque
duro para un joven “religioso”. En este mundo, diverso y pluralista, los
evangélicos aprenden a hablar y debatir la realidad no solamente desde la
perspectiva bíblica, sino desde toda la diversidad de narrativas analíticas,
ideológicas y filosóficas que existen en la academia. Por lo tanto, a
diferencia de sus padres y sus pastores, los jóvenes ya no tienen problemas
para “traducir el lenguaje religioso” al lenguaje secular, lo que les ayuda a
defender y explicar su identidad religiosa y sus proyectos de vida. Al mismo
tiempo, la dinámica misma de la vida universitaria incentiva a los evangélicos
a fortalecer su participación en la sociedad, expresar sus exigencias en las
marchas estudiantiles (aunque no todos las apoyan) y aprender a dialogar con otros
actores sociales, políticos y religiosos. En el mundo universitario participan
en centros de alumnos, en movimientos interdenominacionales, y aprenden que la
sociedad fuera de su iglesia es por definición “interdenominacional”.
Por otra parte, la aparición de primeras
generaciones evangélicas “ilustradas” puede crear problemas dentro de las
iglesias. Los universitarios evangélicos pueden expresar su insatisfacción por
el clima paternalista que existe dentro de su comunidad, cuestionar el sistema
de autoridad dentro de su institución religiosa, el papel de la mujer
evangélica, el estilo de vida de su pastor y posibles problemas de probidad. A
veces los cambios educativos conllevan cambios de las iglesias y posturas de
pastores, pero muchas veces conducen a conflictos, quiebres y expulsiones de
los universitarios contestatarios de sus comunidades. Como hemos mencionado, la
tercera gran tendencia en el desarrollo del mundo evangélico chileno es su
creciente fragmentación, individualización y multiplicación de formas de
expresar su religiosidad.
El concepto mismo de “templo” comienza a cambiar de
significado. Los muros, las estructuras sólidas están siendo desafiados por
otras formas de construir el espacio religioso: más blandas, más flexibles,
estéticamente diferentes. El templo permanece de pie, pero el espacio interno
ya no basta, al igual como ya no es suficiente tener el lenguaje solo
religioso. Las nuevas generaciones evangélicas buscan “rechazar” su religión
para renovar su fe y superar los límites que establecen los muros del edificio
sagrado. La iglesia deja de ser la única forma de expresar la fe, y los
evangélicos y pentecostales aumentan su participación en centros de estudios
cristianos, las ong, redes sociales,
movimientos multiconfesionales y revistas electrónicas. Por ahora, en el
proceso de constante multiplicación y diversificación de todas las
instituciones tradicionales, el templo sigue siendo el principal concepto que
identifica la identidad religiosa, pero ahora la iglesia ya no es un edificio,
sino el mundo entero.
Claro que estas tendencias renovadoras son
demasiado recientes y minoritarias para convertir a sus partidarios en actores
sociales de mayor peso entre los propios evangélicos. Las iglesias
tradicionales y sus agrupaciones siguen predominando en el mundo
evangélico-pentecostal chileno, y son los principales canales de diálogo entre
el ámbito protestante y el político-gubernamental. Sin embargo, creemos que el
pentecostalismo tradicional tiene que enfrentar el desafío de contestar la
pregunta sobre la naturaleza del “verdadero cristianismo” si quieren mantener
su liderazgo, lograr una mayor aprobación por la opinión pública y conservar su
estatus de una ciudadanía cultural capaz de expresar y defender sus propias
demandas. Sin embargo, con el fortalecimiento político de los sectores
evangélicos conservadores, cuando en el contexto “posdemocrático” la democracia
misma está cuestionada por su “amoralismo”, las ciudadanías culturales
religiosas pueden llevar no tanto a la pluralización enriquecedora y el respeto
a las minorías, cuanto a mayor fragmentación, aislacionismo cultural y ruptura
del tejido social.
[1] En 1973, el golpe de Estado impacta también en las iglesias
evangélicas. Por su parte, la Iglesia católica, junto al obispo luterano Helmut
Frenz y otros pastores, asumen la defensa de los derechos humanos. El dictador,
general Augusto Pinochet, busca legitimidad y respaldo religioso en algunas
denominaciones de iglesias evangélicas, a cambio de darles relevancia; en ese
contexto, asiste a la inauguración de la Catedral Evangélica en 1974. En 1975
se inaugura la tradición de un Te Deum Evangélico al que también asiste Pinochet.
Este evento, por una parte, ofrece visibilidad pública a los evangélicos
pentecostales y, por otra, genera alguna seguridad a los templos que, en
ciertos casos, refugiaban o asistían a disidentes políticos. (Pérez,
Grundberger. 2018. 188)
[2] Fediakova. 2020. Evangélicos chilenos como
ciudadanía cultural. https://encartes.mx/fediakova-evangelicos_chilenos_ciudadania_cultural/
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