NOTAS SOBRE LAS RELACIONES ENTRE RELIGIÓN Y POLÍTICA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LAS IDENTIDADES EN CHILE

 

La Constitución Política del Estado de 1822 modificó el Reglamento de 1812 en el sentido reclamado por las autoridades católicas. La de 1818, en su capítulo único del título II sobre La Religión y el Estado, dice que “La religión Católica, Apostólica y Romana es la única y exclusiva del Estado de Chile. Su protección, pureza e inviolabilidad será uno de los primeros deberes de los jefes de la sociedad, que no permitirán otro culto público ni doctrina contraria a la de Jesucristo”. Y si las Constituciones de 1823, 1828, 1833. Ya en 1925 se separa el Estado y la Iglesia y se ponen en “igualdad ante la ley” todas las expresiones religiosas.

 En 1578, a bordo del navío británico Pelícano, coman­dado por sir Francis Drake, el capellán anglicano Francis Fletcher predica un sermón de acción de gracias mientras navegaba por aguas del Estrecho de Magallanes.

 En 1825 se construye el cementerio de los disidentes en Valparaíso y el primer culto anglicano ocurre en 1827, en el cerro Alegre de Valparaíso, presidido por el reverendo Tomás Kendall. Como este, en 1835, John Rowlandson es contratado para enseñar a niños de una familia inglesa, pero también bautiza en casas particulares de Valparaíso. Ese mismo año se forma la congregación anglicana de esa ciudad.

 En 1838, el capitán Allan Gardiner comienza su obra evangelizadora en­tre los mapuches. Luego, en 1845, llega a Valparaíso David Trumbull, pastor enviado por la Unión Cristiana Americana y Extranjera. Trumbull comienza a evangelizar a marineros y residentes anglosajones y celebra un culto en los talleres de El Mercurio de Valparaíso. Gardiner muere en 1851, mientras in­tentaba evangelizar a yaganes, en el extremo sur del país. En 1860, su hijo, del mismo nombre, se instala en la zona de la Frontera para evangelizar mapu­ches. Sin éxito, se traslada a Lota, para trabajar con los ingleses que dirigen las faenas de extracción de carbón.

 Asimismo, en 1852 llegan los primeros colonos alemanes luteranos a la actual Región de los Lagos. Ya en 1863 se funda una congregación luterana, en Osorno, y luego otra, en Puerto Montt.  En 1862 se publica en Valparaíso el primer periódico evangélico de Chile, bajo la dirección del pastor David Trumbull. Tres años después, en 1865, el Congreso Nacional aprueba la “ley interpretativa” (de la Constitución de 1833) que permite culto privado y la fundación de colegios a quienes no profesan la fe católica.

 La segunda mitad de siglo XIX se da la extensión de las misiones protestantes como la Presbiteriana, metodista y Bautista, en Valparaíso, Santiago, Valdivia, Puerto Montt. En 1895, el VII censo de la República de Chile, y primero con indicación de pertenencia religiosa, muestra que la casi totalidad de la población se de­clara católica. Hay un dato relevante: en la austral ciudad de Magallanes, el 9,3% de la población es protestante: anglicanos (británicos) y metodistas (nor­teamericanos). Un nuevo censo, realizado en 1907, pone de relieve que los evangélicos crecen en el norte del país y siguen al alza en Magallanes, donde llegan al 12%.

En 1909 se da la experiencia pentecostal entre miembros de la Iglesia Metodista de Valparaíso y Santiago, por incomprensiones no se les reconoce y tiene que salir de la comunión Metodista fundando una Iglesia Metodista Pentecostal de Chile (Álvarez. (Edit) 1992. Pentecostalismo y Liberación. 37-46)

La iglesia pentecostal en Chile tuvo un temprano desarrollo, lo que explica su posición en el entramado social chileno, que desde 1974 cuenta con una Catedral Evangé­lica inaugurada por el dictador Augusto Pinochet, quien al año siguiente comien­za la tradición del llamado Te Deum Evangélico. Los acercamiento con el Dictador no se hicieron esperar en el mismo año del golpe de estado al presidente electo Salvador Allende, en el que el Con­sejo de Pastores emitió una declaración titulada “La posición evangélica”, que señala que la intervención de la Fuerzas Armadas en el proceso histórico de Chile “fue la respuesta de Dios a la oración de todos los creyentes que ven en el marxismo las fuerzas satánicas de las tinieblas en su máxima expresión”. (Pérez y Grundberger. 2018. 65)

 Surge un Consejo de Pastores, al año siguiente del golpe de Estado, que significó una estrategia de posicionamiento y conquista de espacios públicos de las iglesias evangélicas ante la crisis entre la dictadura y la iglesia católica, así nos lo dice  Matías Maldonado ( 2013. 127-128):  La interpretación más difundida emanada desde las ciencias sociales respecto al surgimiento del Consejo de Pastores la proveyó el mismo Lagos: “El contexto de estas producciones discursivas [declaraciones del Consejo de Pastores en formación] se ubica en los momentos en que la Iglesia Católica radicaliza sus acciones críticas del gobierno militar, vía pastoral de los derechos humanos, y en la coyuntura histórica que obliga a la dictadura a buscar una legitimación religiosa supletoria (entre las minorías evangélicoprotestantes) para responder al catolicismo jerárquico”[1]. El Consejo de Pastores procura, en definitiva, coordinar todas las actividades posibles para contribuir a crear una buena imagen del Gobierno Militar. Así lo tenemos en la organización de los Te Deum evangélicos, concurriendo a los actos oficiales de Gobierno como aquél en que se estableció la seguridad nacional como fórmula ideológica, etc.

 Por otro lado, se crea la Confraternidad Cristiana de Iglesias (1981), que ante la violencia política entre 1983-1988, realizó declaraciones públicas de apoyo a diversas víctimas de la represión militar, generando un caudal de presencia pública que desemboca en el año 1986 en la Carta abierta a Pinochet enviada por la Confraternidad Cristiana de Iglesias a fines de agosto. El editorial de Evangelio y Sociedad de enero de 1987 afirma que “agosto de 1986 marcará un hito en este proceso de crecimiento y maduración que están viviendo algunas iglesias evangélicas. Por primera vez en la historia de Chile, un grupo de iglesias evangélicas – rompiendo con el miedo y un cierto ‘complejo’ de minoría- deciden apelar pastoralmente a un Presidente de la República, no para representar demandas de las propias iglesias, sino para ser portavoces del sufrimiento de los pobres, de los perseguidos, de los que claman por justicia, de las mayorías que desean un cambio profundo en la vida de nuestro país. (Maldonado. 2013.142)

 Las posiciones teológicas se daban también dentro de los protestantismos Chilenos, que según Guillermo Sandoval (Pérez, Grundberger. 2018. 203): La tensión ecuméni­cos-fundamentalistas era más amplia y profunda. Frente al Consejo Latinoame­ricano de Iglesias (CLAI) estaba la Consulta Evangélica Latinoamericana (CO­NELA), que asumió un rol “oficialista”, marcadamente político, durante la larga noche de las dictaduras que asolaban Latinoamérica. En cuanto a lo positivo, ambas tendencias estaban preocupadas por la realidad y futuro del país, lo cual repercute en el crecimiento cuantitativo de los evangélicos: en el censo de 1970 eran el 6,22% de la población y en 1992 ya alcanzaban el 13,24%.

 La participación en la arena política era mínima y habría que esperar hasta los años 90 para su mayor presencia.

 Concluiremos estas notas con una cita extensa de Eugenia Fediakova (2020. Encartes)[2]:

Como ya mencionamos, se observó un creciente acercamiento entre el conservadurismo evangélico3, los políticos de derecha con espíritu católico como la Unión Democrática Independiente (udi) y el ala conservadora de la Democracia Cristiana (dc), a base de una fuerte agenda de valores tradicionales. Al igual que en la década de los 90, los candidatos evangélicos establecieron alianzas con partidos de derecha como Renovación Nacional y la udi, y consiguieron tres escaños en el parlamento, donde formaron, siempre teniendo en mente la experiencia brasileña, la llamada “bancada evangélica”. Tras la aprobación de la despenalización de la Ley de Identidad de género (12 de septiembre del 2018), dicho sector se declaró “profundamente descontento” por la agenda legislativa del Ejecutivo, rechazando todos los cambios en la legislación en temas éticos. De una manera semejante a la situación en Brasil, los evangélicos por primera vez en la historia de Chile pueden obtener la posibilidad de “posponer los cambios legislativos”, actuar a otro nivel de autoridad política e influir al debate público nacional (Ramírez, 2019).

Hoy día (julio del 2020) la situación nacional es más compleja. El estallido social del 18 de octubre del 2019 demostró que las divisiones y los conceptos políticos antiguos no funcionan ni para la sociedad chilena en general, ni para el análisis de los grupos religiosos en particular. Los términos “izquierda” y “derecha” fueron ya insuficientes para explicar la envergadura de la crisis transversal desatada en el país, la dimensión de desigualdades sociales y la desinstitucionalización de todas las estructuras tradicionales: partidos políticos, iglesias, sindicatos, parlamento. La esencia fundamental de la explosión de octubre quedó expresada en una palabra poco usada por la ciencia política: Dignidad. Un concepto que resultó ser excluido del sistema económico neoliberal y que hizo volver las exigencias de justicia social.

Esto nos lleva a analizar otros cambios que tienen lugar en el mundo evangélico chileno y que van más allá de la dicotomía izquierda-derecha.

Ya hemos mencionado que una de las principales transformaciones que han experimentado los evangélicos y pentecostales es el aumento notorio de su nivel educativo. Si hace décadas en el pentecostalismo chileno predominaba la aversión a la educación y la universidad fue denominada “el demonio”, ahora los pastores envían a sus hijos a hacer estudios universitarios y de postgrado en Chile y en el extranjero; 40% de los estudiantes evangélicos son la primera generación de universitarios en sus familias. Eso trae consecuencias importantes tanto para la vida interna de las iglesias como para las formas a través de las cuales nuevas generaciones evangélicas y pentecostales expresan su religiosidad.

La entrada a la universidad constituye un choque duro para un joven “religioso”. En este mundo, diverso y pluralista, los evangélicos aprenden a hablar y debatir la realidad no solamente desde la perspectiva bíblica, sino desde toda la diversidad de narrativas analíticas, ideológicas y filosóficas que existen en la academia. Por lo tanto, a diferencia de sus padres y sus pastores, los jóvenes ya no tienen problemas para “traducir el lenguaje religioso” al lenguaje secular, lo que les ayuda a defender y explicar su identidad religiosa y sus proyectos de vida. Al mismo tiempo, la dinámica misma de la vida universitaria incentiva a los evangélicos a fortalecer su participación en la sociedad, expresar sus exigencias en las marchas estudiantiles (aunque no todos las apoyan) y aprender a dialogar con otros actores sociales, políticos y religiosos. En el mundo universitario participan en centros de alumnos, en movimientos interdenominacionales, y aprenden que la sociedad fuera de su iglesia es por definición “interdenominacional”.

Por otra parte, la aparición de primeras generaciones evangélicas “ilustradas” puede crear problemas dentro de las iglesias. Los universitarios evangélicos pueden expresar su insatisfacción por el clima paternalista que existe dentro de su comunidad, cuestionar el sistema de autoridad dentro de su institución religiosa, el papel de la mujer evangélica, el estilo de vida de su pastor y posibles problemas de probidad. A veces los cambios educativos conllevan cambios de las iglesias y posturas de pastores, pero muchas veces conducen a conflictos, quiebres y expulsiones de los universitarios contestatarios de sus comunidades. Como hemos mencionado, la tercera gran tendencia en el desarrollo del mundo evangélico chileno es su creciente fragmentación, individualización y multiplicación de formas de expresar su religiosidad.

El concepto mismo de “templo” comienza a cambiar de significado. Los muros, las estructuras sólidas están siendo desafiados por otras formas de construir el espacio religioso: más blandas, más flexibles, estéticamente diferentes. El templo permanece de pie, pero el espacio interno ya no basta, al igual como ya no es suficiente tener el lenguaje solo religioso. Las nuevas generaciones evangélicas buscan “rechazar” su religión para renovar su fe y superar los límites que establecen los muros del edificio sagrado. La iglesia deja de ser la única forma de expresar la fe, y los evangélicos y pentecostales aumentan su participación en centros de estudios cristianos, las ong, redes sociales, movimientos multiconfesionales y revistas electrónicas. Por ahora, en el proceso de constante multiplicación y diversificación de todas las instituciones tradicionales, el templo sigue siendo el principal concepto que identifica la identidad religiosa, pero ahora la iglesia ya no es un edificio, sino el mundo entero.

Claro que estas tendencias renovadoras son demasiado recientes y minoritarias para convertir a sus partidarios en actores sociales de mayor peso entre los propios evangélicos. Las iglesias tradicionales y sus agrupaciones siguen predominando en el mundo evangélico-pentecostal chileno, y son los principales canales de diálogo entre el ámbito protestante y el político-gubernamental. Sin embargo, creemos que el pentecostalismo tradicional tiene que enfrentar el desafío de contestar la pregunta sobre la naturaleza del “verdadero cristianismo” si quieren mantener su liderazgo, lograr una mayor aprobación por la opinión pública y conservar su estatus de una ciudadanía cultural capaz de expresar y defender sus propias demandas. Sin embargo, con el fortalecimiento político de los sectores evangélicos conservadores, cuando en el contexto “posdemocrático” la democracia misma está cuestionada por su “amoralismo”, las ciudadanías culturales religiosas pueden llevar no tanto a la pluralización enriquecedora y el respeto a las minorías, cuanto a mayor fragmentación, aislacionismo cultural y ruptura del tejido social.

 RECURSO:  EL ROL DEL MUNDO CRISTIANO EVANGÉLICO EN POLÍTICA.




[1] En 1973, el golpe de Estado impacta también en las iglesias evangélicas. Por su parte, la Iglesia católica, junto al obispo luterano Helmut Frenz y otros pastores, asumen la defensa de los derechos humanos. El dictador, general Augusto Pinochet, busca legitimidad y respaldo religioso en algunas denomi­naciones de iglesias evangélicas, a cambio de darles relevancia; en ese con­texto, asiste a la inauguración de la Catedral Evangélica en 1974. En 1975 se inaugura la tradición de un Te Deum Evangélico al que también asiste Pino­chet. Este evento, por una parte, ofrece visibilidad pública a los evangélicos pentecostales y, por otra, genera alguna seguridad a los templos que, en ciertos casos, refugiaban o asistían a disidentes políticos. (Pérez, Grundberger. 2018. 188)

[2] Fediakova. 2020.  Evangélicos chilenos como ciudadanía cultural. https://encartes.mx/fediakova-evangelicos_chilenos_ciudadania_cultural/

 


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